Diego, un vallero en Arabia Saudí: "En España para vivir como entrenador de pádel casi hay que dormir en la pista"

Diego decidió darle un giro de 180 grados a su vida hace dos años y medio. Por aquel entonces era operario en una empresa azulejera, pero su verdadera pasión era el pádel: “Mi trabajo no me llenaba. Lo que me gustaba era ser entrenador de pádel, pero en España si quieres vivir de eso prácticamente tienes que dormir en la pista”. Así que en el momento en el que se le presentó la oportunidad de hacer las maletas y viajar a Arabia Saudí para dedicarse a lo que realmente quería no se lo pensó. Estamos hablando de febrero del 2022. Ahora, en septiembre del 2024 está donde quería. Reconoce que echa de menos a familia y amigos, pero dirige un imponente complejo deportivo en Khobar que abrirá en apenas un mes y a corto plazo no se plantea regresar a su Vall d’Uixó natal. 

Pese a que cuenta solo con 31 años, el protagonista de esta historia ha vivido mucho. Tras cursar los estudios de Comercio y Marketing realizó las prácticas en Londres. Posteriormente trabajó en el Ayuntamiento de su localidad natal, así como en Porcelanosa como técnico de laboratorio. Su siguiente parada antes de llegar al país árabe fue Stylnul. Mientras completaba todo este periplo laboral, eso sí, nunca dejó de lado el pádel: “Competí todo lo que pude y daba clases cuando podía; fines de semana, por las tardes… Pero claro, una clase particular en España ronda los 25 euros, por los 85 ó 100 de Arabia Saudí. El sueldo medio es aquí tres veces superior”. La razón económica es por tanto la principal de su emigración: “Con el pádel, si tienes un nivel básico de inglés y ganas de trabajar puedes ir donde quieras. Sigo recibiendo ofertas de otros países, pero por ahora estoy bien donde estoy”.

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Diego Sánchez, completamente adaptado a la vida local, ya no se dedica solo a dar clases. “El pádel ha crecido mucho. Cuando vine apenas había un par de clubs en la zona y ahora ya hay 30. Hace un año me ofrecieron gestionar uno que iba a abrir con nueve pistas, cafetería, gimnasio… y en eso estoy”, destaca el vallero, que lleva desde el pasado mes de noviembre gestionando la inminente apertura. 

Importantes diferencias

Sobre la distancia cultural que existe entre su país de origen y el de adopción reconoce lo siguiente: “Al principio te choca toda. Es un país muy diferente, más cerrado y con menos ocio que en España, pero me han tratado muy bien y me he encontrado con gente maravillosa. La mayoría son muy educados y cívicos”. Cuando se le pregunta por su proyecto a largo plazo contesta esto: “Mi idea es aprovechar el tirón, hacer contactos, ahorrar y poder montar un negocio”.

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No oculta Diego que las diferencias culturales que existen levantan en ocasiones una barrera infranqueable: “Vine con un chico que a los tres meses se tuvo que ir porque no le gustó lo que veía. Yo sabía a lo que venía. He crecido como persona y estoy allanando mi futuro”. No oculta, eso sí, todo lo que echa de menos: “Ahora ha sido la despedida de uno de mis mejores amigos y no he podido estar. Mi abuela acaba de cumplir 93 años y no he podido celebrarlo con ella. En ocasiones se hace duro”.  

Algo más que calor

Por último le preguntamos a Diego por el clima del país situado en la península arábiga: “Aquí hay un verano constante. Cuando fui a España me dejé el aire acondicionado en mi casa encendido todo el tiempo porque así me lo recomendaron para que no se dañaran los electrodomésticos, los muebles… De junio hasta ahora es habitual estar a más de 40º”.