El Periódico Mediterráneo

¡Bébete el chocolate, cariño! Un envenenamiento a fuego lento

María quería deshacerse de su marido en Vila-real y no se le ocurrió mejor estrategia que mezclar azúcar con arsénico de sosa. El crimen de José se cometió en el año 1955 y en primera instancia su autora fue condenada a pena de muerte, aunque el desenlace del caso fue finalmente distinto

Texto: Juan Salvador Salom Escrivá - Diseño: Fede Navarro - Fotos: Mediterráneo

¡Bébete el chocolate, cariño!

Lo sucedido fue lo siguiente: El año 1954 contrajeron matrimonio canónico en la iglesia arciprestal de Vila-real, José y la procesada María, los que ya con anterioridad habían mantenido relaciones íntimas, habiendo tenido, unos antes del matrimonio y otros después de su celebración, hasta siete hijos, de 22, 19, 18, 16, 11, 8 y 5 años de edad. María tenía 40 años al ocurrir los hechos. El día de Navidad del año 1954 acudió dicho matrimonio a una fiesta dada en casa de una tía de María, llamada Concha, hallándose entre los concurrentes un individuo llamado Joaquín, al que por primera vez conoció María; ésta, así como dicho individuo comieron, bebieron y bailaron, retirándose ambos a una de las habitaciones de dicha casa, donde, sobre un camastro, mantuvieron relaciones sexuales, surgiendo en María la idea de abandonar el domicilio conyugal.

El 26 de diciembre de dicho año María se marchó a Almenara para buscar a Joaquín y, ya puestos de común acuerdo, se marcharon juntos a Amposta y Badalona, ejerciendo la venta ambulante, viviendo juntos hasta el día 23 de junio de 1955, en cuyo día regresó de Badalona, ante el temor de ser obligada por la fuerza a volver a su domicilio, tras haberla denunciado su marido por abandono de familia. Una vez llegada de nuevo al domicilio conyugal, las relaciones entre los esposos, a causa de la conducta de María, se agriaron bastante, aunque sin producirse discusiones graves ni altercados violentos entre ellos.

María seguía queriendo volver con Joaquín y su marido, sospechándolo, le escondió el carnet de identidad y un pasaporte que tenía para marchar a Francia, no dejándola ni a sol ni a sombra, tal como ella dijo. 

María seguía en su propósito de abandonar a su esposo e hijos, decidiendo matar a su marido y así, en fecha cercana al 24 de junio de 1955, María adquirió en una droguería un raticida llamado Nogat, consistente en un polvo blanco que mezcló con azúcar, decidiendo en un principio dárselo a su marido, pero se arrepintió de momento, tirando el producto adquirido, que había comprado para matar ratas en su casa. Sin embargo, pasada esta duda, nuevamente volvió a surgir con más fuerza en la mente de María la idea de matar a su marido para irse con Joaquín. Seguidamente volvió a la droguería, en la que adquirió, el día 14 agosto de 1955 cierta cantidad de azúcar mezclada con arsénico de sosa, cuyo preparado guardó debajo de la cama con la idea de suministrárselo a su marido en el momento que hallara propicio.

El 'día D'

María, en la mañana del día 21 de agosto de 1955 preparó el desayuno para sus hijos, consistente en chocolate cocido en un recipiente de aluminio, dándolo a sus hijos mientras su marido se hallaba en el campo cogiendo hierba para los conejos. Una vez que los hijos lo habían tomado, vertió el veneno en el chocolate que había de tomar su marido, llegando éste al poco tiempo, pidiendo su desayuno, dándoselo María con la sustancia tóxica dicha. Poco antes de que el marido se tomase el chocolate, la hija más pequeña del matrimonio, de cinco años de edad, al ver a su madre preparar el chocolate de su padre le manifestó que quería tomar más, apartándola la procesada con la mano diciéndole que eso era solo para su padre.

José, sin sospechar nada, ingirió el chocolate con el veneno puesto por su mujer, sintiendo al cabo de media hora los efectos del mismo, consistentes en agudos dolores en el vientre, que le obligaron a meterse en la cama. María, su mujer, que bien sabía a qué se debían dichos dolores, al cabo de algún tiempo dijo que iba a avisar al médico, sabiendo que no se hallaba en su casa, sin quela misma diese las señas de la casa en que su marido se hallaba enfermo. En vista de que aumentaban los agudos dolores de José, el mayor de sus hijos propuso llevarlo al Hospital Provincial de Castellón, viniendo también María y alguno más de sus hijos. Reconocido por el médico de guardia, al ver la fuerte intoxicación que padecía José, le preguntó a su esposa qué era lo que podía haber tomado, contestando ella, evasivamente, nada menos que acaso fuera un dragón o sapo venenoso que le hubiera caído en el desayuno; el estado del enfermo se agravó hasta el punto de que, dos días después, falleció, a las 13,30 horas, a consecuencia del envenenamiento sufrido.

La Audiencia Provincial de Castellón condenó a la procesada como autora de un delito de parricidio a la pena de muerte, estimando que concurrían las circunstancias agravantes de uso del veneno y premeditación, así como al pago de 250.000 pesetas a los hijos de José. La defensa recurrió la sentencia ante la Sala Penal del Tribunal Supremo, recurso que fue apoyado por el fiscal, alegando que la agravante de premeditación no debía ser apreciada por cuanto iba incluida dentro de la del uso del veneno. El Tribunal Supremo así lo consideró y sustituyó la pena de muerte por la de treinta años de reclusión mayor. 

El demonio de Sant Joan de Moró y los fantasmas de Viver y Montán

Pocas veces he podido leer una muerte tan horrorosa como esta que voy a narrar, que encima ocurrió en plenas fiestas. El hecho sucedió el 16 de febrero de 1896 cuando se celebraba en Sant Joan de Moró, entonces término municipal de Vilafamés, el segundo día de los carnavales. Un vecino de la localidad cuya identidad no he podido averiguar, participaba en dichas fiestas disfrazado de demonio y no tuvo otra ocurrencia, para desempeñar más vivamente su papel, que proveerse de cohetes de caña que iba encendiendo de modo que parecía que echaba fuego por la boca. Cuando ya solo le quedaba un último cohete, le prendió fuego por detrás con tan mala fortuna que el cohete le estalló dentro de la boca destrozándosela completamente, así como la cara.

Por si esto fuera poco, el público asistente a los carnavales consideró todo esto como una gracia más del individuo en cuestión, riéndole lo que ellos consideraban que era una gracia, ignorantes de lo que realmente había pasado. Las contorsiones, gritos de dolor y agonía que daba el pobre desgraciado los tomaban como una simulación y consideraba la gente que era una magnífica interpretación del demonio. El pobre hombre se dirigió a varias casas demandando auxilio, pero cuando llegaba a la puerta de cada una de ellas, se las cerraban impidiéndole el paso diciéndole que en casas de cristianos no puede entrar el demonio. Al final fue asistido médicamente, pero ya fue inútil y el pobre hombre falleció entre atroces dolores a las cuatro y media de la madrugada del día siguiente.

Los fantasmas de Viver

Extraño suceso ocurrido en el pueblo de Viver en la noche del día 11 de enero de 1922. En hora no determinada de la madrugada penetraron en el interior del domicilio de Pedro Orero Máñez, vecino de Viver y natural de Canals (Valencia), cuatro individuos con intención de robar, cosa que consiguieron, apoderándose en su beneficio de varias ropas y de 800 pesetas.

Hasta aquí todo parecía encajar dentro de la normalidad de un robo, pero lo extraordinario viene a continuación, y la fuente en la que baso este relato es sumamente fiable, pues es el comunicado oficial de la Guardia Civil. Los cuatro ladrones, tras cometer su fechoría, decidieron gastarle una broma a Orero. Para ello fueron al dormitorio donde este se hallaba felizmente durmiendo con su mujer, Francisca García, le sacaron de la cama, sin que el mismo se apercibiera de ello, despertándose pasadas tres horas encima de un colchón en el corral de su casa, donde lo habían depositado los ladrones. En su declaración a la Guardia Civil manifestó Orero que no se explicaba cómo su esposa no se enteró de nada. Vivir para ver. Está bien claro que este matrimonio no necesitaba somníferos para poder conciliar el sueño.

El fantasma de Montán

Curioso suceso ocurrido en Montán en el año 1909. José Gayete Pla, de 55 años de edad era un tipo peculiar. A lo largo de varias noches de diciembre de 1909 se dedicó a recorrer a pie las calles de su población revestido de una sábana blanca bajo la que llevaba un gran trabuco, cuyo cañón sobresalía de la misma. Vestido de esa manera recorría las calles dando el alto a las personas que encontraba en su camino. 

El lector puede imaginarse los sustos que se llevó la pobre gente que se topó con él cada una de estas noches, en unas calles mal iluminadas y solitarias, viendo aparecer a un individuo vestido de fantasma y con un trabuco que les ordenaba detenerse. En cuanto lo veían todos huían despavoridos.

Hay que decir que nunca disparó el arma en sus correrías, pero tanto hartaron a la gente de Montán estas gracias que un grupo de jóvenes decidió cortar por lo sano y acabar con las apariciones del fantasma. Así, la noche del 15 de diciembre de 1909 varios de ellos se apostaron en una esquina del pueblo y cuando por la noche vieron pasar al fantasma con su trabuco, le salieron al paso, acometiéndole, pero sin causarle daño alguno. El que echó a correr, lleno de miedo fue el fantasma. La Guardia Civil posteriormente le ocupó el trabuco. A partir de entonces se acabaron las apariciones del fantasma de Montán. 

El violador en serie de Castellón

Es de todos conocida la existencia del asesino en serie de Castellón, JFV, pero lo que resulta desconocido es que en Castellón hubo un violador en serie en el año 2002. El autor de los hechos no aparentaba por sus signos físicos y buena presencia ser un violador en serie. Llevé a cabo la acusación en juicio y quedé sorprendido de su aspecto pacífico y de su buena presencia, alto, delgado, bien vestido, ojos azules, tratándose, en cambio, de una persona sumamente peligrosa como se verá a continuación. Esperaba ver otra cosa muy diferente, habida cuenta de los hechos imputados. Catalin, de nacionalidad rumana tenía en el momento de los hechos 25 años de edad. Vino a España en el año 2002, trabajando como albañil en una localidad cercana a Castelló. Los fines de semana salía hasta altas horas de la madrugada, acudiendo a lugares de esparcimiento. 

El acusado era listo. Lo primero que hizo en el juicio fue renunciar a su abogado defensor. Era evidente su intención de retrasar el juicio, pues no supo dar explicaciones a las razones de dicha renuncia ni mencionó el nombre de algún otro abogado que prefiriese que le defendiera aparte de que solo planteó esta cuestión cuando empezaba el juicio, pudiendo haberlo hecho mucho antes. El tribunal, lógicamente, no accedió a dicha renuncia, continuando defendido por el mismo abogado.

En el juicio, a las víctimas se las protegió, permaneciendo en un local aparte para que no las pudiera ver el público, custodiadas por la Guardia Civil, declarando en el juicio tapadas por un biombo que evitaba que pudieran ser vistas por el público asistente a la Sala. El acusado, cuando le pregunté si era el autor de los hechos manifestó que no, que a la hora en que los mismos ocurrían él se encontraba durmiendo en su casa.

Modus operandi

El procedimiento seguido por el procesado era el de acechar a las chicas jóvenes que regresaban el domingo de madrugada a su domicilio, eligiendo a las que más le gustaban, siguiéndolas hasta que las mismas llegaban a su domicilio, y cuando abrían la puerta del portal, Catalin -nombre ficticio- se les acercaba como si se tratase de un vecino más, incluso simulando que sacaba unas llaves para abrir, de manera que hacía creer a su víctima que, de verdad, era un vecino, por lo que la misma le franqueaba la puerta. Una vez entraba con la joven en el portal, ya en el mismo o en el ascensor, atacaba a las mismas amenazándolas de muerte y esgrimiendo un cuchillo para evitar que se resistieran a sus repugnantes propósitos

De este modo, dicho individuo atacó a una joven a las seis de la madrugada del 3 de marzo de 2002 cuando la misma regresaba a su casa y atravesaba un descampado existente cerca de la estación de Renfe, atajo que había tomado para llegar antes. La amenazó de muerte y consumó la violación, causándole lesiones en las piernas.

Nueva actuación de este depravado tuvo lugar a las cinco de la madrugada del 21 de abril de 2002, agrediendo a una joven de 18 años en la calle Cartagena de Castelló, a la que golpeó para anular su resistencia, causándole lesiones, si bien ante los gritos de la joven no pudo consumar su propósito, huyendo del lugar. Actuó otra vez el 28 de abril de 2002, en que atacó a una mujer que entraba en el portal de su finca esgrimiendo una navaja, si bien no pudo consumar la violación ante la resistencia que ella opuso, asiendo con las manos la hoja de la navaja y empuñadura, hasta romper la hoja. La mujer sufrió lesiones, huyendo Catalin. Nuevas agresiones sexuales realizó este individuo, una, el día 12 y dos agresiones el 26 de mayo, no llegando a consumar las violaciones y otra el 7 de julio también de 2002 que sí consumó. Se apoderó del móvil de las víctimas en dos ocasiones. Hubo una decena de hechos similares en dicha época, con el mismo modus operandi, pero no pudieron ser probadas.

Condenado

Se le pudieron probar siete agresiones sexuales violentas, dos de ellas, violaciones consumadas. Pedí 57 años de prisión como autor de siete agresiones sexuales, dos robos con intimidación y dos delitos de lesiones. La Audiencia Provincial de Castellón le condenó en total a 44 años de cárcel y a indemnizaciones que superaban los 130.000 euros. El Tribunal Supremo confirmó dicha sentencia. 

Los vampiros de Benicarló

Terrible suceso ocurrido en Benicarló en 1921. El día 8 de mayo de dicho año desapareció el niño de 14 años Pascual Llopis Martínez. Había ido al cine –el Salón Cine Familiar- con otros amigos. Acabada la sesión salió del mismo, le acompañó hasta cerca de su casa uno de sus amigos, Joaquín. 

A partir de ahí se perdió todo rastro de Pascual. El niño desapareció como por ensalmo. Su madre, alarmada, lo buscó sin cesar, denunciando la desaparición del niño a la Guardia Civil. Las investigaciones no dieron ningún resultado.

Siete días después de su desaparición, en la mañana del día 15 de mayo de dicho año, fue encontrado el cuerpo del niño flotando en una balsa sita en el término municipal de Càlig, dentro de un saco hinchado por efectos del agua y en evidente estado de descomposición. Enterada la Guardia Civil de ello, acudió al lugar acompañada de un hermano del niño, el cual identificó el cadáver. 

Sin una gota de sangre

La autopsia acreditó que el niño había sido degollado, extrayéndole toda su sangre, teniendo seccionada la yugular y varias heridas en diferentes partes del cuerpo. 

Las investigaciones llevadas a cabo concluyeron que el crimen estaba relacionado con el curanderismo, habiéndole asesinado para utilizar la sangre del niño, así como su grasa, para curar a enfermos de tuberculosis y fabricar productos propios de los curanderos, existiendo la creencia de que dicha enfermedad, así como la lepra y algunas otras se curaban bebiendo la sangre de una persona joven y sana. Como es lógico, el crimen despertó una profunda ola de indignación y de temor en la ciudadanía, dejando los niños durante un buen tiempo de acudir al cine. El teniente coronel jefe de la comandancia de la Guardia Civil de Castellón, Arturo Roldán Trápaga, se trasladó a Benicarló para impulsar las diligencias.

Las investigaciones de la Guardia Civil apuntaban a que Pascual, al salir del cine, fue requerido por el o los criminales para que les acompañase a la estación de ferrocarril, distante a un kilómetro del pueblo, prometiéndole una buena gratificación. Ya fuera del pueblo le dieron un primer tajo en la garganta cortándole la yugular. Se suponía que inmediatamente un enfermo de tuberculosis bebió ávidamente la sangre que manaba de la herida, que consideraba que era el medio de curarse la enfermedad y, para que el niño no gritara le amordazaron con un pañuelo lo que concordaba con que la lengua del niño quedara entre los dientes. Luego se le causó una segunda herida en el cuello para rematarlo.

El Ayuntamiento de Benicarló expuso al público, en la puerta del mismo, el saco en cuyo interior se halló el cadáver de Pascual por orden del juez de instrucción el que, además, ordenó y así se realizó, que se pregonase por el pueblo un bando invitando al vecindario a pasar por el ayuntamiento y ver el mencionado saco con objeto de que, si alguien lo reconocía como perteneciente a algún conocido lo participase al juzgado. Prácticamente todo el pueblo de Benicarló desfiló ante el saco, sin que nadie lo reconociera.  

Paseo de Febrer Soriano, Benicarló

Paseo de Febrer Soriano, Benicarló

Nada se supo de los criminales. Diariamente se practicaban detenciones y se tomaban declaraciones a gente sospechosa de haber participado en el crimen, sin resultado alguno. El 16 de septiembre de 1921 el juez de instrucción de Vinaròs emplazaba por edictos, para que se personasen en el mismo, a los presuntos autores del asesinato del niño, dando sus señas particulares.

Dicho emplazamiento decía: «se cita, llama y emplaza a dos individuos desconocidos que estuvieron en la Ermita de San Gregorio, de la villa de Benicarló, el día de la fiesta 9 de mayo último, acompañados de dos mujeres y que vestían traje de americana de color oscuro, zapatos negros y sombrero flexible, uno de ellos muy chato –sic- con bigote recortado y más bajo que el otro para que comparezcan en este juzgado de instrucción dentro del término de diez días con objeto de recibirles declaración en el sumario número 28 del corriente año, sobre desaparición y muerte violenta del joven Pascual Llopis Martínez».

Es decir, se sospechaba de la intervención de cuatro personas en el hecho, las cuales, por la cuenta que les tenía, no aparecieron nunca. Alguien debió verlas acompañando al niño, pues no de otra manera se entiende la descripción detallada que se hace en el edicto. El crimen quedó impune para desgracia de la justicia.

Juan Salvador Salom Escrivá

El fiscal Juan Salvador Salom Escrivá, con más de 40 años de experiencia en Castellón, ha documentado la crónica negra de la provincia en su obra Crímenes olvidados de Castellón, dividida en tres volúmenes que recogen 1.750 delitos desde 1800 hasta 1936. Disponible en la librería Plácido Gómez, el libro aborda crímenes impactantes como asesinatos, envenenamientos y violencia doméstica, y está organizado por municipios, destacando la peculiaridad de los casos.

Salom, quien planea ampliar la obra hasta 1980, observa cambios en la delincuencia: en el pasado, los crímenes eran más impulsivos y relacionados con la falta de entretenimiento y el consumo de alcohol. También reflexiona sobre casos contemporáneos como el de Joaquín Ferrándiz, asesino en serie condenado a la máxima pena en su tiempo, y señala la ausencia de figuras similares en los registros históricos. Salom subraya cómo la maldad ha evolucionado, aunque la realidad siempre supera la ficción.

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