Repaso a un año de contrastes

Las claves de 2024 en Castellón: La provincia se vuelca con una Valencia devastada por la peor dana del siglo

La riada deja 223 fallecidos, 75 municipios afectados, 13.300 millones en daños y una cuestionada gestión política

Estado de una calle de Catarroja, una semana después de producirse la histórica riada.

Estado de una calle de Catarroja, una semana después de producirse la histórica riada. / Kmy Ros

Iván Checa

Iván Checa

El 29 de octubre quedó marcado como una fecha que pocos olvidarán. La peor dana del siglo sacudió ese día a la provincia de Valencia, causando una inundación que se llevó por delante vidas, negocios, proyectos y todo aquello con lo que topó. La respuesta a la tragedia, sin embargo, despertó también una de las muestras de solidaridad más intensas que se recuerdan, volcándose territorios como Castellón con los damnificados.

La jornada de aquel martes dejó 771 litros por metro cuadrado en puntos como la localidad valenciana de Turís, concentrándose las lluvias sobre los ríos Magro, Júcar y Turia y la cabecera del barranco del Poyo. La cantidad de agua fue tal que en esta última rambla se superaron los 2.000 metros cúbicos por segundo, cinco veces el caudal del Ebro, y llevó a una crecida en la parte baja a tal velocidad que pilló a muchos desprevenidos.

Fue a las 20.11 horas cuando la Generalitat activó el sistema ES-Alert para pedir a través de los teléfonos móviles que se evitaran desplazamientos, aunque para entonces muchas localidades ya estaban anegadas.

Son muchas las cifras que permiten dimensionar la catástrofe: 75 municipios afectados en un área de 562 kilómetros cuadrados, y con una población de 845.371 personas. El peor dato, sin embargo, son las 223 personas que perdieron la vida y las otras tres que aún se encuentran desaparecidas.

Miles de coches y casas

En términos económicos, se han llegado a valorar en 13.300 millones de euros los daños directos, con 69.000 viviendas dañadas, 129.000 vehículos afectados y 57 polígonos industriales dañados. Más de 30.200 trabajadores se encuentran en situación de expediente de regulación temporal de empleo (ERTE) por fuerza mayor.

Las consecuencias también se hicieron sentir a nivel político ante una gestión de la emergencia muy puesta en duda. El president de la Generalitat, Carlos Mazón, ha visto como la legislatura sufría un giro drástico, pasando a estar muy cuestionado. Tres manifestaciones multitudinarias reclamaron incluso su dimisión ante la demora a la hora de tomar decisiones el 29 de octubre, cuando participó en una extensa comida con la periodista Maribel Vilaplana antes de acudir al Centro de Coordinación de Emergencias de l’Eliana.

El jefe del Consell, por su parte, señaló en sus explicaciones a la falta de información de los organismos dependientes de la administración central, como la Agencia Estatal de Meteorología (Aemet) o la Confederación Hidrográfica del Júcar (CHJ). Las críticas también salpicaron al presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, al considerar que debería haber declarado la emergencia nacional y que los medios movilizados han sido insuficientes. Esta gestión, no obstante, será analizada detenidamente con los tribunales, que ya registran diversas denuncias contras las distintas administraciones.

De voluntarios a recogidas

Más allá, en Castellón afloraron desde el primer día iniciativas solidarias de todo tipo. Entidades y municipios impulsaron numerosas recogidas de bienes de primera necesidad y de todo tipo, para enviar a las localidades afectadas. Miles de voluntarios se desplazaron además hasta la zona cero para ayudar a sacar todo el barro que llenó por completo casas, bajos y garajes.

No faltó tampoco la ayuda de los servicios de emergencia, con efectivos desplazados de los cuerpos de policías locales, guardias civiles, policías nacionales, sanitarias y bomberos forestales, del Ayuntamiento de Castelló o del Consorcio Provincial de Bomberos de Castellón.

Municipios como Catarroja fueron testigos de su presencia y de su ingente y en ocasiones ingrata labor, asumiendo la búsqueda de desaparecidos o la retirada de las toneladas y toneladas de fango acumuladas. Un barro que aún a día de hoy deja huella.

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