REPORTAJE
Un testimonio de Castellón: «Nos dieron 3.000 euros por las joyas de nuestra madre»
El declive del apego sentimental con el paso del tiempo o la falta de uso han dado paso a la practicidad y cada vez son más los castellonenses que deciden dar una salida y rentabilidad al joyero familiar propio o de herencias

Gemólogo examinando una pieza de valor. / frank palace
Tras fallecer su madre, en Castellón, se encargó de ser la depositaria de las joyas pero, pasados cuatro años y sin usarlas ni ella ni ninguna de sus hermanas, pasada la etapa de más apego sentimental, y aún no teniendo una urgencia económica, optaron por venderlas las pasadas Navidades, en un momento ya alcista del precio del oro. «Decidimos ir a una joyería-relojería de confianza, de las de toda la vida. Nos dieron 3.000 euros por las joyas de mi madre. Eran antiguas y no tan de oda y nadie se las ponía. Es un riesgo tenerlas en casa sin medidas de seguridad adicionales. ¿Y quién se pone joyas de mucho valor para salir a la calle? Vendimos tres pares de pendientes, dos anillos, un reloj de oro y un medallón con collar largo», cita esta castellonense, quien rememora la seriedad del proceso.
Un trámite riguroso y sencillo
«Comprueban que el oro que vas a vender no es robado. Te piden los DNI y si supera los 1.000 euros no te pueden pagar en efectivo, va a cuenta corriente. Pesan el oro frente a ti, le ponen los reactivos y lo valoran a precio de mercado y te hacen una factura con el importe y una fotografía de los objetos. En el tiempo que estuvimos entró mucha gente tanto a comprar como a vender sus alhajas. Recuerdo a un chico de Ucrania y le dijo que no trabajaban con oro que no sea de 18 kilates. Parece ser que el ucraniano y el alemán no tiene el mismo valor», rememora sobre la experiencia.
«Te preguntan la procedencia, cuántos años hace que ha fallecido la propietaria originaria en caso de herencia. A nivel sentimental, además, ya estábamos preparadas para desvincularnos de ese tesoro», añade esta cliente.

Un gemólogo examina una pieza. / Mediterráneo
"Vendí las fundas de oro de los dientes de mi marido"
Otro testimonio es el de una señora de 86 años, que vendió hace un par de años «las fundas de oro de los dientes de mi marido, que se las había quitado ya antes de fallecer y permanecían olvidadas en la mesita de noche. Un día se me ocurrió ir a la joyería a preguntar cuánto me darían por ellas. Comprobaron su autenticidad, lo pesaron y me dieron unos 600 euros por varias. No sabía que tenían ese valor. Luego llevé una medalla y un aderezo de un anillo y unos pendientes, también, y obtuve 600 euros. Se paga bien».
Lavadora y matrícula de la universidad
Otras experiencias que tienen que ver con los empeños en Monte de Piedad, en Castellón, apuntan a un cliente que quería comprar una lavadora y consiguió dinero inmediato, antes que un préstamo en el banco, depositando sus joyas como fianza. «Mucha gente tiene la idea de que va gente con problemas económicos y no siempre es así. Hay quien utiliza el mismo procedimiento para costear las vacaciones de verano o la matrícula de la universidad», explican desde la entidad. El servicio de custodia evitó en la Dana, en Valencia, que muchos perdieran joyas, al no tenerlas en casa.
Luna de miel más barata
«Una pareja de novios de Castelló acudió a la oficina con las joyas de ella de la primera Comunión (aderezo, pulseras,..) y pudieron financiarse un buen viaje de luna de miel», relatan.
Blísters del tamaño de una tarjeta de móvil
En cuanto a lingotes, «igual hay quien vende tres blísters pequeños que le regalaron o 10 gramos que compraron sus padres y han heredado».
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