Los naranjos de Castellón logran una brotación de récord tras dejar atrás la sequía
El periodo de floración registra el mejor aspecto de los últimos años

Floración de un árbol en un campo de cítricos de Castellón, esta primavera.

Quedan varios meses para el inicio de la próxima cosecha citrícola, pero quien se acerque estos días a un campo de naranjos o mandarinos de Castellón verá que hay un detalle que progresa de manera adecuada: la floración registra el mejor aspecto de los últimos años. Una situación que cambia el panorama de las últimas campañas, marcadas por unas producciones bajas por factores como la fuerte sequía que azotó a la provincia en los dos últimos años.
Evolución favorable
El secretario general de la Unió Llauradora, Carles Peris, detalla que en estos momentos la brotación «tiene una evolución favorable, y se nota una diferencia grande respecto a los años anteriores».
Algo que no solo se nota en la floración. «Los árboles se ven más fuertes y las ramas más oscuras», añade. Las lluvias caídas en los últimos meses han permitido «limpiar los cítricos», por lo que la mejora «es notable, en comparación a los últimos años», afirma.
Pendientes del cuajado
En todo caso, Peris advierte de que todavía «es pronto para hacer una estimación fiable de la próxima campaña». El primer momento de la verdad llegará sobre el mes de junio, con el cuajado. Un periodo que marca la transición de la flor al fruto en desarrollo, y que dará una pista más fiable sobre la producción que puedan alcanzar estos árboles.
El responsable de la Unió también avisa del factor determinante de la meteorología, ya que una buena evolución de los cítricos puede darse al traste con una granizada, como las que se pueden dar al final del verano, justo cuando la fruta empieza a crecer.
Menos costes
A diferencia de las temporadas anteriores, en estos meses llueve con regularidad. Algo que aleja un estrés hídrico que ni siquiera el riego por goteo es capaz de solventar, sobre todo si a la escasez del agua se le unen temperaturas muy elevadas. El panorama abierto desde el pasado otoño también conlleva una reducción de los costes.
El momento más delicado se dio en el verano pasado. No solo hubo déficit de lluvias, sino que las restricciones aplicadas en los pantanos hizo que se tuviera que recurrir en mayor medida al riego procedente de pozos. Algo que requiere del consumo eléctrico para extraer el agua. Los productores vieron cómo la factura eléctrica llegó a duplicarse respecto a las campañas anteriores. Una preocupación menos para el agricultor.
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