Entrevista a Marc Marginedas: «El alto el fuego en Ucrania no cambiará el hecho de que Rusia es un invasor»
Reportero de guerra y de investigación, tras 11 años como corresponsal en Rusia y de su secuestro en Siria, considera que ha llegado el momento de contarlo todo

Marc Marginedas participó esta semana en la Fira del Llibre de Castelló para presentar su libro ‘Rusia contra el mundo’. / Gabriel Utiel
-Durante 11 años ha escrito sobre Rusia y sobre Putin, pero ha sido ahora cuando ha publicado un libro en el que advierte sobre la amenaza que supone el Kremlin para la estabilidad internacional. ¿Por qué en este momento?
-Cuando estuve en Rusia había cosas de las que no podía hablar, como los vínculos entre el terrorismo del ISIS y el Kremlin. Un año después del secuestro, expuse que había una relación entre el régimen sirio y el estado islámico, pero no señalé a Rusia, al menos no lo hice de forma explícita. Ahora es el momento, porque la amenaza es muy grande. Cuando estuve allí, intentaba mantener un tono crítico sin ir más allá de lo que sería razonable. Evidenciar la relación entre las mafias rusas y el estado islámico o el terrorismo de estado que ejerce el Kremlin eran dos líneas rojas para mí, que ahora he traspasado. Era el momento de explicarlo.
-¿Cómo asiste a la actualidad informativa, a noticias como un posible alto el fuego, sobre las negociaciones para poner fin a la guerra en Ucrania?
-Un alto el fuego no va a querer decir que Rusia deje de ser un país agresor que ha invadido a otro, que se llegue a ese acuerdo no cambia nada. Pero además, consentir a aspiraciones intolerables de Rusia como anexionarse los territorios ocupados en Ucrania sería un verdadero desastre, porque Putin actúa con total impunidad desde hace mucho tiempo, lo sabe y sería muy peligroso. La ciudadanía debe entender que el Kremlin es una amenaza real para la democracia en Europa.

Marginedas, durante su participación en la Fira del Llibre de Castelló. / Gabriel Utiel
-Después de tantos años como corresponsal en países en conflicto, de haber sido secuestrado por el ISIS durante seis meses y de haber informado de forma tan crítica sobre Putin, publica un libro en el que usted mismo reconoce que ha traspasado las últimas líneas rojas de la prudencia. Se lo habrán preguntado muchas veces, pero ¿tiene miedo?, ¿cómo lo gestiona?
-Has de olvidarte del miedo. Para mí fue una inspiración leer el libro de Navalni. Él decidió apartar el miedo de la ecuación, a pesar de que sabía que volver a Moscú tras su envenenamiento le iba a costar la vida, pero has de apartar el miedo porque el régimen de Putin lo hace servir para manipularte y ponerte presión. Al final, el libro es el resultado de haber llegado al límite, de haber dicho, «ya está bien». Hay tantas cosas pasando en el mundo en las que Rusia está jugando un papel determinante, que no es el momento de morderse la lengua. Se han de explicar las cosas sin límites.
«Consentir a Rusia la anexión de los territorios ocupados sería un verdadero desastre, un peligro»
-Hacerlo le está poniendo enfrente de políticos y periodistas en España que cuestionan su imparcialidad. ¿Cómo lleva alguien que ha vivido la Rusia de Putin desde dentro, que cualquiera tenga una opinión sobre lo que allí pasa e incluso defienda posturas pro rusas de forma abierta desde un punto de vista ideológico?
-Todo el mundo parece que tenga una opinión y derecho a expresarla sobre lo que es una verdadera tragedia. Opinan sin haber estado nunca allí, sin conocer el país, desde un marco ideológico. Mucha gente necesita un contrapeso a Estados Unidos y lo encuentra en Rusia, y para conseguir ese objetivo, están dispuestos a cerrar los ojos a lo que está pasando allí. Yo les invito a que opinen sobre lo que le ha sucedido a la periodista ucraniana Victoria Roshchyna, a la que detuvieron y devolvieron mutilada. En el régimen ruso hay un elemento de sadismo que impulsa el propio presidente, que tiene ese instinto de machacar a la gente que se le opone, muy de jefe mafioso. Evidentemente, todo el mundo tiene derecho a dar su opinión, pero cuando los acontecimientos acaban por desmentir todo lo que se ha dicho, como en el conocido caso de Pablo González, si eres de los que has defendido posturas que no son verdad, deberías hacer una reflexión pública y admitir que te has equivocado. No estaría de más.
-Da la sensación de que si admites que Rusia es un estado terrorista, automáticamente te estás alineando con el papel de Estados Unidos en el mundo. Como si fuera inevitable que una cosa llevara a la otra. Y así juzgan algunos sectores su trabajo periodístico y el de otros periodistas como usted.
-Lo que ha de guiar al periodista son los derechos humanos. Allá donde están siendo violados, se ha de explicar, ya sea en Irak, en Afganistán o en Chechenia. Y sobre todo, hay que pisar el terreno. Si no lo haces, es un poco osado opinar públicamente sobre determinadas cuestiones. Hay mucha gente que opina sobre Rusia y Ucrania sin hablar con los ucranianos, desde el sentimiento de superioridad de decirles que «yo sé lo que necesitas y lo que necesitas es dejar de recibir armas». Cuando un pueblo lleva tres años defendiéndose del ejército más poderoso de Europa, será porque tiene sus razones y toda esa gente que opina sobre ellos, deberían molestarse en escucharlas. En Rusia van a la guerra porque les pagan muy bien, los valores morales están desprestigiados. En Ucrania, la gente va a la guerra porque está defendiendo su país y saben lo que les espera en el caso de que Rusia vuelve a tomar el control. Considero que mucha gente opina de una manera determinada porque no sabe lo que es vivir en un país con un estado instalado en una realidad paralela.
«El Kremlin de Putin es una amenaza real para las democracias europeas, eso es una realidad innegable»
-En su libro 'Rusia contra el mundo', cita expresamente a personas que desde España mantienen un posicionamiento favorable a las tesis de Putin, embajadores, políticos, periodistas...
-Todavía estoy en shock, desde que escuché a un embajador español en Rusia decir sobre Ucrania que es un país artificial, surgido de los retales de otros países, contradiciendo toda la política exterior española y comunitaria, y ese tipo de cosas se debían explicar. No he querido personalizar mucho, pero es que creo que hay un grave problema en la diplomacia española. Una parte, de una forma que no se entiende, siempre ha querido acercar España a Rusia. Hasta hace muy poco, vimos como un embajador decía en un medio de comunicación que si llega un alto el fuego, España debería volver a recibir a los turistas rusos. Lo que no dicen es que eso sería un problema importante de seguridad nacional. Donde hay aluviones de migraciones y de turistas rusos, como en México o en Argentina, están entrando sus servicios secretos. Negarlo es dar la espalda a la realidad. No hay razones comerciales ni de relaciones políticas que justifiquen esos posicionamientos, es un problema institucional, y en caso de la política, ideológico.
-Se habla mucho de Rusia desde un punto de vista político, pero poco de cómo viven sus ciudadanos.
-El miedo está extendido por toda la sociedad. Existe un gran abismo entre el pueblo y la elite. Tradicionalmente, los rusos siempre han pensado que no podían hacer nada por influir en lo que pasa, además tienen una experiencia histórica con el stalinismo y están percibiendo que el régimen actual ha dando un giro hacia una apuesta claro por un stalinismo no comunista, pero sí con el control de la sociedad, el totalitarismo, la represión de las voces disidentes. Ante ese panorama, tienen como una especie de acto reflejo de cerrarse en sí mismos y dejar de hablar de política. Es como estar en una olla a presión. Rusia es un lugar donde la gente se ha acostumbrado a vivir en la resignación y a decir cosas que no sienten. Dicen lo que deben decir.
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