Fallece Salvador Bellés Sabater, referente cultural de la ciudad de Castellón

Salvador Bellés, un ser humano

Discurre el anochecer de un sábado de invierno. Embutido en su inseparable gabardina de color crudo, todavía puedo ver a Salvador mientras pasea por La Farola en dirección al Chiki de la calle O’Donnell. Colgada de su brazo, camina Águeda Padilla Porcar, Anitín, la mujer con la que compartió su vida durante más de seis décadas. Casados en 1959, edificaron, verso a verso, golpe a golpe, una familia de cuatro hijos (una chica, Pilar Ana, y tres chicos, Salvador, Ángel y Pablo). Se habían conocido en las funciones teatrales del Palacio del Obispo de las que él era a la vez arte y parte. Ella hacía de pastora. Él de demonio.

Su paso por la vida

Salvador Bellés Sabater nació el 3 de diciembre de 1932 en la avenida de Burjassot de València, donde estaba trasladado temporalmente su padre, Salvador, guardia de asalto. Pilar, su madre, falleció cuando él tenía dos años, imprimiendo un sentimiento de orfandad que su padre, que moriría no mucho tiempo después, su tía Petra y sus tíos Manuel y Joaquín, paliaron con todo el amor del mundo. Salvador fue un niño muy querido como demuestran algunas fotografías de entonces, donde luce esa sonrisa, franca y sincera, que le acompañaría siempre, a pesar de haberle correspondido vivir tiempos tan complicados como los de la II República, la Guerra Civil y la posguerra. Repartió sus primeros años entre Castellón y Culla, localidad del Alto Maestrazgo de donde era originaria su familia. 

En el colegio cursó la primaria y completó después estudios de contabilidad. Durante ese tiempo forjó una personalidad autodidacta, alimentando un don de gentes que tantas puertas le franquearía a lo largo del tiempo. Su inmersión en el mundo laboral fue temprana, a los once años, cuando ingresó como mancebo de botica en la farmacia de Don Manuel Martín Peña, que le inició en la alquimia y le enseñó a preparar fórmulas magistrales en su justa medida. Jugó al fútbol en equipos de la capital de La Plana y, poco después, se embarcó en la aventura del teatro ya aludida. También fue cronista y organizador de critériums ciclistas, presentador de combates de boxeo y locutor/director del programa ‘Cajón de sastre’ en la emisora EAJ-14 Radio Castellón. 

Con ese bagaje, a estas alturas de la vida Salvador Bellés ya era un amante de la cultura, un aficionado entusiasta a esa fábrica de sueños que es la literatura, la ficción y los libros. Y como si de un sueño convertido en realidad se tratase, a final de la década de los cincuenta, dejó la farmacia para trabajar en la Librería Armengot, fundada en 1865. 

Pronto se convertiría en el alma máter del establecimiento y, desde su cargo de gerente, impulsó, si cabe con mayor fuerza, el potencial cultural de la firma. Amén de las presentaciones de libros y de las tertulias de «literatura oral» celebradas en la trastienda de la librería, organizó el exitoso Premio Armengot, una justa literaria que, desde 1969 hasta 1984, acudió, puntualmente, a su cita primaveral con los lectores. Autores como Carmen Nonell, primera ganadora con ‘Hostal Lolita’, José Luis Aguirre o Vicente Pallarés Porcar, entre otros, conocieron la gloria literaria en este certamen.

Simultáneamente con su desempeño como librero, Salvador Bellés debutó como empresario en el mundo del espectáculo. Siempre pendiente de que la meteorología no aguase la fiesta, regentó L’Hostal de la Llum, Tombatossals y Bohío, por cuyos escenarios desfilaron desde Raphael y Julio Iglesias hasta Rocío Jurado y Raffaella Carrà. Durante aquellos veranos, un tiempo bien querido por él, se le podía ver a orillas de la playa de la Almadrava de Benicàssim, cigarrillo en ristre, gafas oscuras y agua por las rodillas, departiendo con Julián García Candau o Crescencio López, Chencho, sobre temas de la actualidad del momento. Junto con José Sánchez Adell y Paco Pascual fundó en 1984 Inculca, sello editorial que alumbró Castelló, Festa Plena, revista anual que ofrecía un repaso a la historia de Castellón y su provincia. Esta iniciativa cultural, que contó con la colaboración del también periodista Ximo Górriz, se prolongaría hasta el año 2009.

Los avatares de la vida económica forzaron el cierre de Armengot en 1992. Tras un breve periodo de inactividad, Salvador Bellés fue contratado como gestor y asesor cultural del ayuntamiento de Castellón durante la alcaldía de José Luis Gimeno. En su nuevo cometido, dinamizó la temperatura cultural de la capital castellonense. Conciertos, recitales, exposiciones, conferencias, publicaciones y otras campañas subieron a la palestra de la vida ciudadana, siempre bajo su atenta mirada para que nada saliera mal. A los setenta años bien cumplidos, se jubiló del mundo laboral, pero no de sus actividades. A partir de entonces, al filo del mediodía era fácil verle entrar al Casino Antiguo, en plena Puerta del Sol, para tomar su acostumbrado cafetito, recoger correspondencia y conversar con unos y otros antes del regreso a casa. Tras la preceptiva siesta, retomaba la aventura de escribir. Una Hispano Olivetti, el Diccionario de Frases Célebres, un puñado de recortes de prensa, entrevistas personales y su curiosidad insaciable le ayudaron a escribir una profusa serie de artículos biográficos para el periódico Mediterráneo, titulados genéricamente Seres Humanos de Castellón, recopilados después en seis volúmenes, y El Humo de los Barcos, desde el Torreón hasta el Voramar, una crónica veraniega de Benicàssim, iluminada por las ilustraciones de Lorenzo Ramírez. Fue una época especialmente emotiva para él, pues el feedback de sus lectores le proporcionó reconocimiento y popularidad entre sus conciudadanos.

Salvador Bellés falleció en la madrugada de este sábado, asediado por la desmemoria y arropado por el cariño de sus seres más queridos. Desde ese día y desde mi mirada, la de su yerno, las calles y plazas de Castellón ya no brillan igual, privadas de la presencia de alguien que, durante más de noventa años, las iluminó con el aroma de los libros y el dulce sabor de la cultura. Allá donde ahora se encuentre, mi suegro, Salvador, conversará sin tregua con cada uno de sus queridos seres humanos castellonenses, cuyas vidas rescató del olvido del pasado.