Al concluir sus estudios, en torno a 1930, Casimiro Meliá trabajó como ingeniero en la empresa americana Western Electric, lo que le permitió participar activamente en los inicios del cine sonoro, tanto en las proyecciones como en todo el proceso electrotécnico. Me contaba algunas veces su gran ilusión por ese arte nuevo, mudo naturalmente, que era el cinematográfico. Y me hablaba con entusiasmo de aquellas estrellas: Rodolfo Valentino, Pola Negri, Francesca Bertini, Mary Pickford, Douglas Fairbanks padre, Ramón Novarro, el primer Charles Chaplin... y su fulgor deslumbrante. Y de aquellas películas imborrables, ´Ben-Hur´, ´Los misterios de París´, ´La mano que aprieta´, ´La moneda rota´... Años después tuvo que olvidar un poco el cine y su glamour y se centró en la crisis del carburante que sufría España tras la guerra civil. El uso de los carburantes para la industria y el transporte era muy dificultoso. Y apareció el ingenio y la inquietud de Casimiro Meliá que fue capaz de crear un sistema que hizo aparecer la tabla de salvación de los gasógenos, como un acontecimiento de gran magnitud. Su gasógeno empezó a emplearse en autobuses y camiones y siguió con los automóviles. Después vinieron otros tiempos, otro cine, los actuales medios de transporte. Pero eso es ya otra historia, como dirían los que saben de esto.