El accidente de avión que provocó la muerte de 62 militares españoles justifica todas las lágrimas, las protestas y las reflexiones más amargas. No parece adecuado hacer de ello ninguna broma. Estoy seguro de que no es ésta la intención de la autoridad militar que ha redactado y distribuido una instrucción muy particular a sus subordinados. Al contrario. El hecho es tan trágico y tan delicado que ha prohibido al personal que manifieste ninguna opinión sobre el accidente. Ni una palabra. Lo que pasa es que la comunicación no habla del avión siniestrado. Lo que se prohíbe al personal militar es que hagan algún comentario sobre "el tema del asunto".

¿Tendremos que felicitar al redactor de la orden por este hallazgo lingüístico, "el tema del asunto"? Supongo que debe de haber un expediente donde aparezcan palabras tan habituales y tan indispensables como "avión" y "accidente", porque precisamente se trata de aclarar cómo y por qué se accidentó un avión. ¿Se trata, pues, de que públicamente estas palabras no se digan más? Aunque yo no sea militar, lo acepto disciplinadamente. El "tema del asunto", ¿volaba en las condiciones adecuadas? ¿Cuáles serán las conclusiones sobre las causas del "tema del asunto"? He dicho antes que este hallazgo lingüístico me parece formidable, porque permite muchas variantes con dos palabras que significan lo mismo: "El asunto del tema", "el tema del tema", "el asunto del asunto". Cuatro formas de no decir nada son muy estimulantes para buscar otras, y modestamente las propongo.

El asunto de la materia, la materia del asunto, la cosa del objeto, el objeto de la cosa, la cuestión del caso, el caso de la cuestión, el meollo de la esencia, la esencia del meollo. Y si un ministro, refiriéndose a un accidente ferroviario (con perdón) habla de un "cúmulo de factores negativos", digamos todos a coro: "Una conglomeración de ingredientes desfavorables, un montón de concausas infaustas"... ¡No nos dejemos ganar!