La extorsión por parte de los grupos a las mujeres nunca finaliza. Aunque éstas lleguen a abonarles el coste del viaje y del alojamiento, en muchos casos, no les devuelven el pasaporte y les exigen hasta el 50% de las ganancias. Y si se niegan, empieza la violencia. Un ejemplo lo constituyen los tres ciudadanos rumanos detenidos en noviembre por obligar a prostituirse a compatriotas que trasladaban desde su país de origen. Vendían e intercambiaban las mujeres y llegaron a agredirlas, no sólo a éstas, sino también al familiar de una de ellas que se encontraba en Rumanía. El temor a estas represalias dificulta que lo denuncien y facilita la impunidad de los culpables.