Como sucede también todos los años, cuando acabará el tiempo de Navidad, saldrá a la palestra el tema de los famosos abetos. Más de 2.000, tradicionalmente, van a parar a la basura, luego se convierten en abono y los ecologistas se lamentan de la pérdida de casi el 90 por ciento de estos árboles. El tema del abeto es aquí algo así como un barbarismo sin más rigor que el puramente comercial. El típico de las zonas nórdicas, pero sin relación alguna cn estas tierras donde este tipo de árboles solo se ven cuando llegan estas fechas. Entiendo que si pese a ello se quiere seguir adornando árboles en Navidad, podría hacerse con especies autóctonas que luego podrían utilizarse para repoblar alguno de los muchos parajes que desgraciadamente ha devastado el fuego o, en otros casos, para el jardín familiar o alguna plaza pública, donde estos árboles si encuentran su medio natural para vivir y crecer. La historia del abeto tiene por tanto una doble vertiente. Son caros, no tienen ninguna representatividad aquí y encima, acaban en el cubo de la basura. Absurdo.