También con los fenómenos atmosféricos Tasio mostraba un carácter estoico, entereza y conformidad ante el premio o la desgracia. Me lo decía así: "Si llueve, que llueva; si nieva, que nieve; si no hace viento, no hace mal tiempo".

Hoy es el último día de otoño y me ha parecido bien la presencia de Tasio. Y como ha sido siempre un hombre muy leído, sabe que la vieja civilización decía que el otoño era una estación gozosa, de cosechas, de creación artística y de muchas pequeñas alegrías, saltando con donaire sobre sus tristuras. Las del otoño, que también las tiene.

Tasio ha pasado por todo. En la década de los sesenta, lo recuerdo en Tombatossals, sala de fiestas familiar con espectáculo y orquesta para bailar, veladores con manteles de color donde el camarero servía el champaña con cubilete o el whisky con hielo y vaso largo. Tasio y Amelia, su esposa, no faltaban casi ninguna noche, eran como de casa. Venían acompañados de Roberto y Amalín. Y cuando un bolero sonaba era el momento de hablar de uno mismo, de hacer cábalas, de tener ensoñaciones, la hora de las confidencias. Para él se trataba de un episodio cotidiano más, pero para mí es una página de mi vida. De día yo le proporcionaba a Tasio los libros escondidos en la trastienda de la librería, aquellos muy avanzados de editoriales sudamericanas, Losada y otras, conscientemente permitidos por la censura. Por la noche, yo presentaba el espectáculo empleando las mismas palabras mágicas que un momento antes me había prestado él. Había sonado la sintonía anunciando el comienzo del espectáculo. ¡Damas y caballeros...!

LA VIDA Nació Tasio el 29 de julio de 1928 en el número 20 de la actual calle de la Trinidad, entonces de Pi y Margall, esquina con la calle Salmerón, hoy de Navarra, donde se anunciaba la Casa Flors, primero de lápidas de arte y después de recambios para automóviles. Fueron sus padres, Eustasio Flors de la Cruz y Vicenta Meliá Puig. Después de la guerra, la familia se trasladó a un piso de la Ronda Magdalena, esquina a Independencia, donde el señor Flors, que había sido también propietario de tres taxis, fue el encargado del surtidor de la gasolinera de La Farola.

Tasio era el pequeño de los cinco hermanos, el primer Eustasio, que falleció a los diez años, José, que fue prestigioso técnico de Aviación, Vicenta, profesora de trabajos manuales, y Amalín, a la que las generaciones actuales hemos conocido en Modas Delfina y en la compañía de su marido, Roberto Pérez de Heredia.

Fue alumno del colegio Herrero, pero pronto asistió al estudio del escultor Tomás Colón, que le embrujó con el mundo de la creación artística. La familia le obligó a estudiar peritaje mercantil, pero su participación en juveniles exposiciones colectivas permitió que el gobernador Julve Ceperuelo lo apadrinara para conseguir una beca que le encauzó para estudiar en la Escuela de Bellas Artes de San Fernando de Madrid, desde 1948 a 1953, donde se encontró con el escultor Juan Adsuara, que tanto le enseñó, con el maestro de la acuarela, Pedro Vilarroig y con el poeta Bernat Artola, en quien se apoyó para conocer arte, artistas y vida bohemia de la capital. Vino a la sala Estilo para ofrecer su primera exposición individual, como principio ya de su muy amplio ciclo expositivo, con el espaldarazo de aquella librería y sala Sur de Santander, que le permitió ingresar en los circuitos mediáticos de la pintura, los pintores y las salas.

Mientras tanto y a través de San Fernando fue invitado por la Unesco para pintar y exponer en París. Y tuvo tiempo para residir tres meses en un campo de trabajo holandés como gesto solidario para paliar los efectos de aquellas inundaciones de los Países Bajos de 1953. Y también una temporada en Roma, en el colegio Español.

Después de una época fecunda con la talla en madera, en 1958 se incorporó al mundo de las fiestas de la Magdalena, diseñando las carrozas del Pregó. Y el 24 de mayo contrajo matrimonio con Amelia Gallo-Alcántara Gordo, la hija de don Mariano, el presidente de la Audiencia. Y todavía le dio tiempo aquel año para asombrar a Castellón con la decoración de El Capricho, de los Roca, al que seguiría el hotel del Golf, en el Grao.

El matrimonio se adornó con siete hijos. La primera fue la magdalenera Magda, nacida el domingo grande de Castellón de 1959, con Maritó Ribés y Ferrer Forns, reina y alcalde, como padrinos. Después vino Tatón, al que un accidente le segó una prometedora vida a los 29 años, y Perla, la que fuera Violant d´Hongria en 1979, y Cane, casada con Jesús Palos, Miguelo, Nacho y Nico, citados con los mismos apelativos con los que la sociedad de Castellón distingue con su cariño.

En 1979, el año del cero al cincuentasio del deslumbrante homenaje-exposición en el Casino, sufrió un grave accidente de tráfico, que le ha obligado a usar muletas. Y el 29 de noviembre de 2000, falleció lo mejor de su vida, su esposa Amelieta. Y en las puntas de la estrella de la vida, los éxitos como pintor de todos los colores del blanco, con cien exposiciones por el mundo. Y en la ciudad, murales, carteles de fiesta, portadas, carrozas para las cabalgatas del Pregó. Y el recuerdo para aquel atrevido cartel de juventud, obra palpitante en la que se anunciaba el primer baile de estudiantes de Castellón, en aquellos años cuarenta. Y los años juveniles de deportista en activo, tenis de mesa, hockey, tiro, rugby, que, ¡ay!, ya no volverán.