Francisco de Vitoria resucitó ayer encarnado en el catedrático de Filosofía del Instituto Penyagolosa Josep Martí. Lo hizo para dar una conferencia en el Edificio Hucha de la Fundació Caixa Castelló e invitado por el Aula Isabel Ferrer.

Ataviado con los hábitos propios de un fraile dominico del siglo XVI y, apoyándose en su báculo, el docente, que también es director del instituto Penyagolosa de Castellón, impartió una conferencia dramatizada sobre las aportaciones del escolástico al reconocimiento de los Derechos Humanos.

Y así fue cómo, Francisco de Vitoria contó: "Es fácil que se me compare no con un hombre, sino con un ciclón, Fray Bartolomé de las Casas. Yo, timorato, dubitativo a veces incluso cobarde, no llegué a ese impulso vital que tuvo Bartolomé", confesaba.

En primera persona, recordó la semblanza del, erróneamente conocido como sócrates alavés, que nació en Burgos entre 1483 y 1492.

Martí ha utilizado también en alguna ocasión esta estrategia en las aulas para impartir su magisterio entre los alumnos, encarnando, entre otros pensadores, a Platón. No en vano, su pasión por el teatro es equiparable a su amor por la Filosofía. Ayer demostró dominar el pensamiento del escolástico dominico y mostró sus aportaciones en el ámbito de los Derechos Humanos, Derecho Internacional y Derecho a la Guerra Justa.

Para hacerlo, comparó los escritos del pensador, fallecido en 1546, con la Constitución Española. "Los teólogos del XVI contribuimos mucho a que ustedes tuvieran esta Constitución", dijo el dominico, que incluso aconsejó al cardenal Joseph Ratzinger, que leyera a los teóricos escolásticos del XVI.

Francisco de Vitoria recordó sus aportaciones también al Derecho Internacional, anticipándose al nacimiento de la Sociedad de Naciones. Incluso recordó su defensa de la ilegimidad de una intervención internacional en caso de cometerse pecados contra natura, aunque sí admitió la intervención bélica por razones humanitarias, siempre limitada a solventar el problema y retirar las tropas.

La conferencia no perdió un ápice de profundidad a pesar de que salieron a colación anécdotas como la referencia a sus ataques de gota --que dejaron postrado al filósofo--. Los espectadores, muy interesados, pudieron incluso realizar consultas a un pensador que, varios siglos después, sigue de rabiosa actualidad.