Castellón ha sido un pueblo tradicionalmente agrícola, con profusión de aquellas típicas entradas de carros en las casas, lo que determinó el inicio de los clásicos vados en muchas de las vías principales de la ciudad y, notablemente, en los barrios labradores. Por parte municipal se han concedido este tipo de licencias, por lo general, con excesiva generosidad, con el añadido de que Castellón ha sido una de las ciudades en las que menos se ha pagado por este concepto. Claro, en los últimos quince años, más o menos, estos vados han proliferado como amapolas en primavera y ahora, cuando vienen las restricciones están pagando justos por pecadores porque las señales de este tipo han de solicitarse y concederse por necesidad y no por comodidad y a partir de ahí cada cual debe asumir su responsabilidad de solidaridad con el resto de la ciudadanía.

Lo cierto es que los innumerables vados que adornan prácticamente ya todas las calles de la ciudad y los problemas endémicos de tráfico, que cada día son más graves, la situación se está complicando cada dia más, lo que, además, produce la irritación de los conductores. Habrá de tomar medidas, pero estas deberían haber llegado ya hace tiempo por parte de los poderes públicos.