A diferencia de Gregorio, el maestro de La lengua de las mariposas, Palmira pudo escapar de la barbarie, pero no de la tristeza que aún inunda una mirada amable y llena de dignidad. A sus 90 años, el coraje y el compromiso social habitan cada rincón de su cuerpo. La memoria recuperada. Es la verdadera revolución. Enseñar, creer y compartir. Vivió una infancia dura, marcada por la poliomielitis.

Estudió Magisterio y enseñaba a leer y escribir en las Casas del Pueblo. La juventud, el primer trabajo, quedó truncada en 1936. Luego, el exilio en Francia, donde en 1946 se casa con el socialista zaragozano Adolfo Jimeno. En los 60 regresan a una España de tinieblas. Viven en Montornés y tiene que sufrir adversidades y represión. Su única arma: la palabra y el trabajo. El conocimiento. En los 70 trabaja en Almassora y es perseguida, denunciada "por romper la armonía", por dedicar la hora del almuerzo a integrar a unos niños marginados. "Uno de ellos robaba para pagar a párvulos para que jugaran con su hermano, su padre estaba preso y nadie los quería. Qué duro." En este tiempo ya militaba en UGT y en el PSOE. Su vida se iba asentando en Benic ssim, en otra lucha. Fue concejala en la primera legislatura. "El pueblo era un enjambre de construcciones ilegales. Aún se añoran aquellos años de Francesc como alcalde, pero tiene un lobo detrás que lo acecha".

Está muy activa, si algo le afecta reacciona, reivindica y propone soluciones. Todos los días lee la prensa española y venezolana en Internet. Acaba de publicar el libro Momentos de una vida donde relata "la memoria arrebatada". La lucha de aquellas mujeres y hombres, y de los maestros. "La sangre que se ha vertido no se ha perdido, está ahí en la tierra, en el fondo de cada persona que sufrió la dictadura, es como la savia de las plantas, dará sus frutos" .