Una de cal y otra de arena en aquella semana de diciembre con la que se iniciaba el ciclo entrañable de la Navidad en la ciudad y en la provincia de Castellón. La de cal fue la liberación del parlamentario de la Unión de Centro Democrático, Javier Rupérez, que había sido secuestrado por la banda terrorista ETA unas semanas antes, provocando una gran incertidumbre entre la clase política española. Toda una grata noticia y un magnífico regalo navideño para los españoles de buena voluntad ya que el secuestro de Rupérez afortunadamente acabó bien, aunque su liberación planteó algunas dudas sobre la posibilidad que el Gobierno o la familia hubieran pagado rescate a la organización terrorista. El líder de la oposición, Felipe González, se apresuró a preguntar al presidente del Gobierno, Adolfo Suárez, en sesión parlamentario esta posibilidad, que el ejecutivo de la UCD desmintió con rotundidad. Pero esta polémica, que no pasó del ámbito político, no empañó en absoluto la alegría por la liberación de uno de los políticos más jóvenes del Parlamento democrático y con mayor proyección de futuro.

La de arena llegó con una manifestación que convocaron dos centrales sindicales con gran fuerza e implantación en aquellos años de la transición como fueron Comisiones Obreras, una organización muy ligada entonces al Partido Comunista, y la Unión Sindical Obrera, la USO, que se gestó por la propia UCD como una organización independiente e interclasista pero que pronto cobró un gran espíritu reivindicativo, alejándose en ocasiones de las tesis más progubernamentales. La movilización que convocaron estas dos centrales sindicales se motivó en la oposición que mantenían parte de las organizaciones trabajadoras con respecto al Estatuto de los Trabajadores, que regulaba el amplio mundo de las relaciones laborales y cuya promulgación fue fruto de los Pactos de la Moncloa.

La manifestación se celebró en Madrid el 15 de diciembre y transcurrió por las calles del centro de la capital de España para concluir en la Glorieta de Embajadores. Al llegar a este lugar, irrumpieron en la plaza cerca de cuatrocientas personas, que previamente habían cortado varias calles mediante barricadas. Este grupo se mostró muy agresivo con los trabajadores y militantes sindicales e incluso llegó a agredir a varios de ellos. Cuando todo parecía que acababa, y los provocadores eran desalojados de la plaza, llegaron las fuerzas antidisturbios de la Policía Nacional que protagonizaron una enérgica y violenta carga que se saldó con dos muertos por herida de bala, además de varios heridos y contusionados. Pareció, y algunos articulistas en los medios de comunicación así lo apuntaron, que los provocadores y la Policía actuaron de forma coordinada. Algunos sospechaban que, en aquella etapa, parte de las fuerzas de seguridad estaban relacionadas con elementos de la Ultraderecha, aunque policías y guardias civiles, en su inmensa mayoría, demostraron en repetidas ocasiones su fidelidad al sistema democrático

El balance de dos muertos por herida de bala volvió a estremecer a los españoles y recordó recientes sucesos como las violentas manifestaciones que se vivieron en Vitoria en el año 1976 y en Pamplona, durante los Sanfermines de 1978. Las autoridades gubernativas que, una vez más, se vieron desbordadas por los acontecimientos, afirmaron que la Policía no efectuó, en ningún momento, disparos de bala. Pero los dos jóvenes muertos, estudiantes de la Universidad Complutense fueron heridos de muerte por proyectiles del mismo calibre que utilizaba la Policía. Además se trató de identificar a los provocadores algunos de los cuales fueron detenidos en Madrid horas después. Todos ellos estaban relacionados con distintas organizaciones de la Ultraderecha. Una vez más, el fantasma de la involución se cernía sobre España, manchando de sangre el difícil camino hacia la democracia.