He pretendido sintetizar en las tres líneas que encabezan la página la variedad fecunda de una vida dedicada a manifestarse en favor de cualquier movimiento pro-Castellón, poniendo siempre en el empeño su corazón y sus sentimientos antes que cualquier otra circunstancia o razonamiento. Las tres líneas, digo, podrían igualmente leerse de abajo a arriba y empezar por Clima, la revista hablada que supuso el lanzamiento del cáracter y la capacidad de Quiquet.

Es obvia la intención de que nos acompañe a todos en esta página de hoy cuando ja el dia és arribat... de nuestra fiesta y seremos por eso muchos los que buscaremos a Quiquet entre el estruendo gozoso de la primera masclet o junto a la estatua del Rei En Jaume I en el homenaje dels Cavallers, también cuando el Pregó sea ya un latido de castellonerismo provincial en las calles de la ciudad. Y aunque falleció el 5 de diciembre último, todavía seguiremos viendo su figura espectacular y entrañable y oyendo su sana risotada quienes sentimos hoy un temblor de emoción con el anuncio de la campana María desde lo alto del cuatrocientos años querido Campanar, que Quiquet y Miquel Peris, también Enric Forcada, bautizaron como Fadrí después de oir tantas veces los musicales versos de Bernat Artola.

Y en torno a esa música, casi toda la vida y leyenda de Quiquet de Castalia, Francisco Vicent DoménechQuiquet de Castalia, ¡aleluya...!

LA VIDA Hijo de José María Vicent Fauró y Juliana Doménech Reboll, nació en Castellón el 28 de septiembre de 1935 y su vida de niño se vio bendecida por los ejemplos de amor al trabajo y a Castellón que le insufló su padre y las firmes creencias religiosas de la señora Juliana.

Su mundo era en un principio unas calles en las espaldas del Teatro Principal, las de Moyano y Ximénez, el callejón de Pelayo del Castillo con la permanente compañía de La Panderola, tan querida por Quiquet, aquellas escapadas a la plaza de la Paz o a la del Relonge en Trinidad, la escola Herrero, la magia de Huerto de Mas, la escaleta de la emisora..., todo quedó en testimonio de unos juegos de niño y tuvo que ampliar el horizonte que le brindaba su padre, el señor José María, uno de los muy significados representantes de comercio que en Castellón era un notable círculo influyente en aquellos años de la posguerra. Abastecían a la ciudad de buenos consejos, de productos punteros en la alimentación, también para las farmacias, para las importantes tiendas de tejidos de las calles Colón y de Enmedio. El nombre de Valdespino inundó la ciudad de sonrisas y galanías desde la gestión del señor Vicent, siempre servicial y generoso, y fue la plataforma para que Quiquet llegara a la esfera de la comunicación. Primero en el boca a boca con responsables de tiendas y bares para ensalzar los valores del producto. Después ya se acercó a los medios, Obra, La Plana, también Cicerón como Fravido y los periódicos después, incluso con corresponsalías de Valencia y Barcelona. Y su experiencia en La Voz de Castellón con su amigo José Mari Arquimbau, y Radio Castellón después, para hacerme a mí el relevo en la revista Gayata. Y los pinitos en Vitol y El Fadrí antes de la aparición gozosa de Castelloneries, primero como programa de radio que se apoyó en la gracia inteligente de Pepito Barberá y en el genio poético de Miquel Peris; después ya en publicación anual magdalenera donde Paco resumía todos los sueños y trabajos del año por Castellón y el latido de su gente más popular, todo lleno de símbolos y de guiños de entrañable hondura castellonera.

Su pertenencia a la Junta Central de Festejos le permitió erigirse en cónsul de Castellón en la Casa de Valencia en Barcelona y con éllo conocer en 1964 a la gayatera Chelo Aguilar Aparici, oriunda de Forcall y del Raval del Codony y con la que se casó el 13 de mayo de 1966. Y de su amor nacieron Lledó, Magda y Jaume Crist²fol, inscritos de inmediato en el amor a Castellón, como hoy se refleja en los ojos de los nietos, María, Joan, Lledó y Mar. Entre todos hemos creado un Quiquet de Castalia a nuestra manera y medida y él nos lo ha devuelto todo con generosidad desde sus múltiples actividades en la Caja Rural, la Germandat dels Cavallers y el Club Taurino, la Cofradía del Lledó, Coral Vicent Ripollés y su figura como Guilem de Mont-rodón en la Milicia Templaria, con la revista hablada Clima siempre en su corazón. Y la fiesta íntima como pal.lier de la Mare de Déu del Lledó, para quien un día ayudó a crear su serenata y le ofreció sus plegarias y sus piropos a voz en grito, el molt grandot.

Fundador y alentador de grupos y rondallas --Els Llauradors en su solapa izquierda, cerca del corazón-- posee muchos de los premios y honores de fiestas y festejos, también periodísticos.

El día de su misa de réquiem en Santa María me encontré sentado en uno de los bancos laterales, rodeado de los 50 coralistas de la Vicent Ripollés y me sentí uno de ellos, en homenaje a Quiquet. Me sobrevino la emoción por las músicas de Bach y por la Galanía de Matilde. Y siempre diré que el director, Manolo Torada, me daba entrada a mí con su batuta para aquel inolvidable espiritual negro Mi estrella eres tú. Menos mal que sonó pronto la Marxa de la Ciutat interpretada por la Colla de Dol§ainers, cuando sus amigos transportaban a hombros el féretro para darle tierra. ¡Aleluya!