En un libro de reciente publicación, Dones d´Almassora, las dos licenciadas almazorenses Fátima Agut y Margarita Serra, en unión de la joven diseñadora María Arenós se convierten en fervorosas exaltadoras de todas las mujeres de su villa que han destacado en alguna disciplina o escenario, en una calle a la luz de la luna, también en laboratorios para la investigación, frente a un caballete de pintora o escultora y hasta en la Sección Femenina de los años de la posguerra. Hay más de cien y del hermoso cesto de flores escojo para hoy a la soprano Herminia Gómez de la que también me hablaron tres hombres, Francisco Agut y José Sorribes en otro tiempo y el que fuera corresponsal brillante y jocoso de Mediterráneo, José Galí Sancho, desde Almassora.

Así que estoy situado y en condiciones de cerrar el ciclo que empezó con el flamenco Juan Varea de Burriana, los Mulet de todo el litoral, el escultor Ortells de Vila-real y ahora Herminia Gómez Serra bautizada Quiteria, como la patrona de Almazora. Fue una deliciosa excursión, aunque breve, entre fallas y Pascua que aconsejo a mis lectores de la capital. De la excursión recojo este mensaje: "El valenciano que hablan los habitantes de Almazora, Burriana y Vila-real es el mismo, parecido al de todos los pueblos de la otra orilla del Mijares. La pronunciación en la ciudad de Castellón es distinta a todos ellos". Y eso me lo escribió el erudito Sarthou Carreres, hace cien años. Son viejos aromas de tiempos pasados, que ahora se renuevan por la juventud del mundo cuando vuelve a recordar amores y desamores, fuertes desacuerdos a veces, como aquellos de 1968.

LA VIDA Nació en la calle San Marcos de Almassora el 27 de marzo de 1891, hija del carpintero Tomás Gómez Albert y su esposa Doloretes Serra Ballester, también almassorins de tota la vida. Muy orgullosos bautizaron a la niña con el nombre de Quiteria, como la venerada patrona. Pero...

-- A los tres años, en la escuela de párvulos --recordaba ella--, mi voz ya sobresalía entre las otras niñas. Y a los seis años empecé a cantar en la parroquia en el mes de María, y como era tan pequeña me ponían encima de una mesa para que pudieran verme todos los fieles que llenaban la iglesia de la Natividad.

La senda estaba marcada. El director de la Unión Musical y organista de la parroquia, Federico Agut fue el encargado de modular su estilo y dar vía libre a la voz tan potente y hermosa. A los 16 años ya fue matriculada en el Conservatorio de Valencia y recibió las lecciones del tenor y profesor Lamberto Alonso, que la hizo participar en un concierto público de los alumnos del Conservatorio. He visto un recorte de El Mercantil Valenciano, con una nota que firma el crítico Seleno. Y dice: "En el programa figuraba una romanza de Johan Straus. Ella se llama Quiteria Gómez, jovencísima. Apareció en escena, fina, semirrubia, ingrávida, casi etérea. No la conocía. Y quedé fascinado de estremecimientos por aquella voz que brotaba de no sé dónde, porque su boca apenas se movía. Era el timbre de unas notas jamás oídas que saltaban por la sala electrizando al auditorio, fascinado como yo en un éxtasis de belleza".

Después de su participación en festivales de la provincia, el 12 de septiembre de 1909 y en la Plaza de Toros de Castellón se celebró un festival benéfico y el público enloqueció cuando Quiteria tuvo que repetir sus interpretaciones entre aplausos. Después de la función las autoridades locales llevaron a los intérpretes al palacio del Baró de la Pobla en la calle de Cardona Vives y allí se fraguó la primera pensión que le otorgaba la Diputación para organizar la vida profesional de la soprano, ya acompañada por la familia en torno al Conservatorio de Valencia, desde donde se le aconsejó que su nombre artístico debía ser el de Herminia en lugar de Quiteria. Una función de ópera en el Principal de Valencia, a gran gala, con asistencia de la Corporación Provincial de Castellón en pleno fue el prólogo de sus conciertos por Europa. Primero Milán en 1911, donde tuvo que salvar las primeras intrigas de un ambiente hostil, aunque con la suerte de poder cantar El barbero de Sevilla formando pareja protagonista con Titta Ruffo, el mejor cantante del momento y su éxito le abrió todas las puertas de Italia: Venecia, Pavía, Ancona, Brescia, Cantazaro, Messina, Florencia, además de Milán. En la primavera de 1913 visitó Portugal y fue clamoroso su éxito con Lucia di Lammermoor. Y después Malta con La Traviata, que fue pregón para ir también en abril de 1914 a Egipto, triunfando en Alejandría, Port-Said y El Cairo hasta que estalló la primera guerra europea.

Aprovechó el paréntesis para viajar a tierras americanas, donde le gestionaron giras en las llamadas revistas o comedias musicales, donde Herminia no encontró el ambiente apropiado a su categoría artística y a su voz privilegiada, pero ya digo que toda su historia profesional se vino abajo por culpa de la guerra.

Y apareció su vida íntima, el amor sin rebeldía. En 1919 se casó con el empresario norteamericano Guido Cornéo, con quien tuvo tres hijos: Leyla, Willy y Dolly, que también encauzaron su vida en libertad. El matrimonio se retiró a la villa italiana de Ventimiglia cerca de Mónaco y Herminia falleció el 15 de octubre de 1977.