La iglesia de la Sagrada Familia alberga un pequeño conjunto de tesoros convertidos en imágenes de devoción popular. Un patrimonio de valor incalculable que recoge la fe y la piedad de los feligreses que, diariamente y, hasta el cierre del templo por el derrumbe del techo de la capilla de la Comunión hace ocho días, han acudido para mostrar su veneración en actos de oración y religiosidad.

De entrada, las pinturas del presbiterio, obra del pintor castellonense José Porcar Queral. Representan siete escenas de la vida de la Virgen: Los desposorios de María, la Anunciación, la Visitación, el Nacimiento, la Presentación del Niño Jesús en el templo, la Huída a Egipto y Jesús entre los doctores. Un octavo cuadro refleja la imagen de la Mare de Déu del Lledó con San Francisco, Santa Clara, San Félix de Cantalicio, patrón del Raval, San Buenaventura y Fray Luis Amigó, obispo capuchino, impulsor de la parroquia de la Sagrada Familia.

Otra imagen que despierta la fe y la oración entre los fieles es la del Cristo de Medinaceli, titular de la hermandad penitencial del mismo nombre y que desfila en la tarde noche del Viernes Santo por las calles de Castellón. La escultura es una bella talla de madera realizada en los años 40 en los talleres de la Escuela de Olot. La imagen se ubica en una capilla lateral de la nave central de la iglesia capuchina sobre un dosel de color marrón, identificativo de la cofradía de Medinaceli.

Por su parte, la capilla de la Comunión está presidida por una imagen de Nuestra señora de las Tres Ave Marías, advocación mariana de honda tradición capuchina con la iconografía de la Virgen con la Santísima Trinidad, el tridente sagrado del Padre, Hijo y Espíritu Santo. La imagen fue coronada canónicamente el 30 de abril de 1961 por el entonces obispo de Segorbe-Castellón, doctor Josep Pont i Gol en una solemne e histórica ceremonia que tuvo como escenario la plaza María Agustina.