Hace unos 130 años que la primera generación de farmacéuticos Calduch creó la Suavina. Entonces era de primera necesidad para los labios cortados y las grietas de la nariz de la gente que trabajaba en el campo. Desde entonces, esta famosa pomada, se ha actualizado a los tiempos y ahora incluso se vende más que los modernos cacaos de sandía, violeta o melocotón.

Vicente Calduch Rodríguez --foto-- ocupa el quinto lugar en el árbol genealógico de los padres de la Suavina. Su bisabuelo, Vicente Calduch Solsona, fue el inventor del conocido como ungüent de Vila-real. Después, su abuelo, Vicente Calduch Almela, se trasladó a la actual farmacia de la calle Enmedio de Castellón, que pasó a su padre Vicente Calduch Dolz y que pasará a su hijo, Vicente Calduch Bellés, estudiante de Farmacia.

"Es una fórmula que contiene esencias y que está registrada como cosmético", explica el farmacéutico que, al año, comercializa "unas 100.000 cajas". "Se distribuyen en Catalunya, en la zona de Levante y en Zaragoza capital", enumera.

Su producción es fruto de un proceso familiar y artesano y se realiza en el laboratorio de la misma farmacia. El primer envase fue de madera, luego se pasó al de hojalata y después del tubo, llegó el plástico.

Es la historia de una pomada que ha pasado por los labios de miles de castellonenses.