Celebramos todos en su día aquella iniciativa que se produjo hace algunos años de repartir caracoles de montaña por la provincia. Menos mal que se hizo, porque cada verano suelen ser más escasos. Si no se hubiera producido este hecho, habrían ya desaparecido del mapa. Y es que el tiempo pasa inapelablemente para todos. También para aquellos entrañables animalitos de los que solo queda el recuerdo. Por ejemplo, echamos de menos els pixavins de la fava roja, els pasparís y les cutimanyes. Desapareció la entrañable granotera que vendía ranas en la antigua pescadería. Aquella señora las tenía en una jaula, les cortaba la cabeza y les quitaba la piel. Ahora las ranas solo están en restaurantes de cierto nivel y los pollos y conejos, en los supermercados. Ya verán qué pronto los caracoles siguen el mismo destino.