Una vez más, el protagonista fue el expresidente del Gobierno, Adolfo Suárez, quien aprovechó el agosto para sorprender a propios y extraños con el anuncio de su baja en la Unión de Centro Democrático, que él mismo fundó para pilotar la transición a la democracia. Este anuncio cayó como un jarro de agua fría sobre las desmoralizadas bases de la UCD que seguían manteniendo el Gobierno y la mayoría de instituciones en España. La UCD se descomponía día a día y parecía que el presidente del Gobierno, Leopoldo Calvo Sotelo, se mostraba impotente ante tanta deserción de pesos pesados.