La crisis del hombre moderno es crisis de búsqueda de sentido y de felicidad. El hombre actual no está acertando en su manera de entender y de buscar la felicidad, al hacerlo de espalda a Dios. La cuaresma nos pide la conversión como paso necesario para un modo nuevo de ser y de vivir. Dios es misericordia y amor infinito. En su Hijo Jesucristo se hace cercanía y reconciliación. En la persona de Cristo, Dios sale a la búsqueda del hombre, y no deja de llamar e invitar. El hombre solo tiene que responder a esas invitaciones. Los medios que le preparan para el encuentro con Dios son la oración, el ayuno y la limosna. Ese triple ejercicio nos ayudará a que el paso de Dios por nuestras vidas no sea en vano. Son acciones por todos nosotros conocidas y con frecuencia practicadas. Pero ¿las hacemos bien?, ¿las hacemos solo porque están mandadas?, ¿sabemos ir más allá del puro formalismo? La oración es hablar con Dios, dejándose interpelar primero por Él. Es una práctica vital para nuestra vida espiritual, la respiración del alma. Si falta la respiración, la muerte está asegurada. Sería bueno proponernos para esta cuaresma momentos precisos de oración, a poder ser al comienzo de cada jornada. Tonificados, iluminados por la oración, nuestro trabajo será distinto y se tornará auténtico apostolado. Junto a la oración, el Señor nos propone el ayuno. El ayuno es autocontrol, búsqueda de un equilibrio en nuestra escala de valores, renuncia a cosas superfluas, incluso a lo necesario. En un mundo enloquecido por el consumismo necesitamos ayunar. Y hemos de hacerlo para ayudar a los necesitados. El ayuno de los ricos debe convertirse en alimento de los pobres. Ayunar no solo de alimentos materiales, sino también de todo lo que mata nuestro amor a Dios y a los hermanos. Junto a la oración y al ayuno, el Señor nos propone el ejercicio de la limosna. Hemos de saber compartir nuestro dinero. También nuestras cosas, nuestro tiempo, nuestras capacidades y cualidades, nuestra persona entera. Necesitamos aligerar nuestras mochilas para recorrer con presteza el itinerario cuaresmal. Así llegaremos llenos de alegría a la meta de la Pascua.