No se habían cumplido ni siquiera los tres meses desde la toma de posesión de Felipe González como presidente del Gobierno cuando saltó una de las noticias que más han impactado a la opinión pública en la etapa democrática. Fue en vísperas del 23 de febrero de 1983 --una fecha en el calendario que parecía estar maldita, pues todo ocurría en este día fatal--, cuando los españoles desayunaron con la decisión gubernamental de intervenir el holding empresarial de Rumasa levantado por el empresario jerezano José María Ruiz Mateos. El grupo estaba formado por más de cuatrocientas empresas y su facturación representaba el 1,8 por ciento del Producto Industrial Bruto.

Su creador, el empresario Ruiz Mateos, fue durante años un personaje modelo en la España del tardofraquismo. Ligado al Opus Dei, Ruiz Mateos es aún hoy el patriarca de una familia numerosa y modélica cuyos miembros siempre han colaborado en la gestión de las empresas familiares. Sus activos estaban tocados en aquel invierno de 1983. Pero no más que los que presentaban otras empresas que siguen hoy, 25 años después, en plena actividad. Solo que Ruiz Mateos se había atrevido a cuestionar la relación de su imperio con los grandes de la banca española.

Miguel Boyer

Y quizá, este fue el pecado por el que el entonces superministro socialista de Economía, Miguel Boyer, se atrevió a intervenir Rumasa con una decisión que dejó atónitos a todos los españoles y que sirvió para afirmar la autoridad económica del nuevo poder socialista que en España encabezaba Felipe González. Todas las empresas del grupo, y las había de todo tipo desde bancos hasta bodegas de vino y hoteles, pasaron a ser gestionadas por el Estado. El coste de aquella operación aún está por cuantificar. La Alianza Popular de Manuel Fraga criticó la decisión pero sin demasiado entusiasmo y Ruiz Mateos inició un largo camino con la Justicia para acabar encarcelado. La mayoría de sus empresas se vendieron años después, algunas de ellas a saldo, generando grandes plusvalías, caso de Galerías Preciados. Otro de los protagonistas, el ministro Boyer, se casó con Isabel Preysler.