La Semana Santa fue también momento de descanso vacacional para los españoles. La Costa Azahar se vio inundada de visitantes procedentes de diversos puntos de España entre los que destacaban las comunidades del norte y la propia capital del Estado. Benicàssim volvió a ser el epicentro del ambiente vacacional y abrió todos sus establecimientos de ocio. También ocurrió lo mismo en Oropesa y Peñíscola donde miles de turistas visitaron el castillo del Papa Luna. La ocupación rondó el 90 por ciento en estas poblaciones turísticas mientras se implantaba el llamado turismo de interior.