Aquella semana fue Semana Santa, que se celebró con gran solemnidad en los municipios castellonenses. Parecía que tras los años de crisis, en las décadas de los setenta y ochenta, las tradiciones cristianas del pueblo castellonense volvían a florecer. En Borriol se celebró, un año más, la representación de la Pasión con la Nueva Jerusalén que transformó al pequeño pueblo de La Plana en el mejor escenario de la Pasión de Cristo. En Castellón, la imagen del Santo Sepulcro volvió a desfilar con la devoción de miles de personas, mientras que el Domingo de Pascua se recibió con la alegría del Encuentro.