Mi vida ha cambiado radicalmente". Así se expresa José Gil, director de la oficina de Bancaja herido en 2006 tras ser retenido presuntamente por miembros de la banda terrorista Grapo que pretendían asaltar la caja fuerte. Aún lleva una de las balas incrustada en el cuerpo y sigue de baja por motivos psicológicos a raíz de lo sucedido.

A partir del jueves, la Audiencia Nacional debe empezar a juzgar los hechos. Conforme se acerca el día confiesa sentirse "más inquieto", ya que supone que "se abre todo otra vez". "Aunque no quieras tienes que recordarlo todo, verte las caras. Anímicamente me afecta. Pero hay que pasarlo porque son trámites que debo hacer. Es normal, pero es duro", indica.

"Toda mi vida profesional la he hecho en el banco", explica. Empezó desde abajo, como ordenanza, y fue ascendiendo hasta asumir la dirección. Casi 30 años de trayectoria laboral y "nunca había sufrido un atraco".

Hasta el 16 de marzo del 2006 en que, según el escrito de conclusiones del fiscal, Israel Clemente López y Jorge García Vidal abordaron al director cuando salía del ascensor de su domicilio y, amenazándole con un revólver, se dirigieron a la entidad con objeto de abrir la caja fuerte para obtener fondos para la banda terrorista. Al comunicarles el director que ignoraba la combinación de la caja fuerte, los acusados decidieron retenerle. Después, cuando uno de los empleados llegó al banco, a las 7.50 horas, el responsable le alertó y ambos salieron huyendo, momento en el que uno de los acusados disparó su arma y alcanzó al responsable de la oficina en un brazo y en el glúteo, causándole lesiones con pronóstico reservado. Tras lo sucedido, pasó una semana hospitalizado y uno o dos meses sometiéndose a curas. El disparo que recibió en el brazo provocó una herida limpia, pues la bala entró y salió. "La otra la llevo todavía incrustada. El equipo quirúrgico decidió no extraerla", afirmó ayer.

Tras lo sucedido, volvió a trabajar durante una corta temporada, pero sufrió una recaída. "Me supone un esfuerzo sobrehumano acudir a una oficina de cualquier entidad financiera", abunda. Para tratar de superarlo ha tenido que ir al psicólogo y al psiquiatra, al que sigue visitando. "Mi vida ha cambiado radicalmente. He pensado mucho, pero no en encerrarme en casa".

Respecto a cómo se sintió tras saber que supuestamente habían estado vigilándolo, confiesa: "Me ha causado muchos trastornos. Cuando te enteras de que tu vida ha estado controlada durante una semana o dos. Todavía piensas que te vigilan, que tienes a alguien detrás", indica.

Preguntado sobre si volvería a actuar como lo hizo entonces, apunta: "Nunca se puede decir. Son las circunstancias. Te pasa como un flash; lo haces y no lo piensas. Entonces yo reaccioné de esa forma, pero no hay dos veces iguales", indica.

"Me jugué la vida y me salió bien dentro de lo que me podría haber pasado, pero fue una reacción no premeditada. Perfectamente podría estar en una silla de ruedas o podría no estar aquí y mi mujer tener que llevarme flores a mi tumba", declara.