La Semana Santa castellonense no cuenta con el oropel y la gran participación masiva de otras manifestaciones religiosas, como las que han celebrado estos días en Andalucía y en otras regiones españolas, como las dos Castillas, Murcia o Aragón. Pero la Semana Santa, no solo en la capital de la Plana, sino en el conjunto de la provincia, cuenta con una antigua tradición que en ocasiones se remonta a la Edad Media y, concretamente, al siglo XV, cuando San Vicente Ferrer hizo de estas tierras lugar de misión religiosa.

En la ciudad de Castellón, la Cofradía más antigua es la Purísima Sangre de Jesús que cuenta con su capilla gremial en el propio edificio de la Diputación Provincial, donde antiguamente se levantó el Hospital de Trullols, al que secularmente estuvo ligado la Cofradía. La Sangre es una entidad ligada secularmente a las tradiciones más antiguas de la ciudad. Un ejemplo es su papel fundamental en el protocolo multisecular del día de la Magdalena, cuando organiza la procesión que sale al Forn del Pla a recibir a los romeros que bajan en rogativa desde el Castell Vell de la Magdalena. En este emblemático lugar, el Forn del Pla, se celebra, organizado por la Cofradía, el acto de Les Tres Caigudes, que viene a significar el momento simbólico de la fundación de Castellón.

Durante la Semana Santa, la Cofradía organiza la procesión del Santo Entierro, en la que también participan las otras hermandades que hay en Castellón, como Paz y Caridad, también de antiquísima raigambre en las tradiciones cuaresmales castellonenses. Otra cofradía de solera, cuya participación se recuperó ahora hace 25 años, en la Semana Santa de 1984, es la Venerable Orden Tercera Franciscana.

Otras, como la de Santa María Magdalena o la hermandad de Nuestro Señor de Medinaceli, se incorporaron a la procesión años después, pues son de reciente fundación. En 1984, el cargo de clavario recayó en el abogado Francisco Blanch, que realizó una gran labor en el relanzamiento de la Cofradía.

Los mayorales labrador e industrial también colaboraron para que la Semana Santa fuera una de las más brillantes de aquellos años 80 en los que aún faltaba mucho para recuperar la participación popular que se vivió a partir de los años 90.