A través de los tiempos, la ciudad de Castellón ha tenido en sus entrañas el pálpito de varias tertulias de ciudadanos, como una continuación de aquellos foros muy anteriores, en España y en Europa, en los que el motivo temático principal giraba en torno a decisiones políticas y sociales que trasladaban a los gobiernos de turno, quienes solían tenerlas en cuenta. Claro que las tertulias a las que pretendo referirme son aquellas de la posguerra española, en varios escenarios del Casino Antiguo, en el Mercantil, también en la Cámara Agrícola Local y el Crone, en el entorno del primer Club Taurino en Tofolet, en el Bar Clavé, en fin. Atrás quedaban los núcleos de opinión que iban apareciendo a la sombra de l’Hort dels Corders, o que iban desapareciendo al igual que la antes pujante industria del cáñamo. Pero para hablar del personaje de hoy, el coronel Jesús Oliver, quiero centrarme en aquella tertulia del Casino en la que el militar compartía durante unos años la presidencia honorífica con Vicente Masip Viciano, un castellonero de soca que había sido concejal en los sesenta con Eduardo Codina y Francisco Grangel Mascarós.

AMPLIO LISTADO // El coronel solía marcar la línea entre el bien y el mal, al tiempo que Masip se encargaba de llevar por escrito la cuenta de quienes iban desapareciendo. Y fue muy amplio el listado de nombres. Por una serie de circunstancias, la lista llegó a mis manos. Y estos son los nombres, que de allí copio: Bernardo Crespo, Martín Moltó, Emilio Llopis, Manolo Vellón, Francisco Parra, Vicente Guinot, Manuel Rozalén, Ramón Fabregat, Miguel Bellido, Vicente Pla, Alfredo Blasco, Masip Cosín, Javier Tejedor, Enrique Vilar, Sánchez Adell, Ramón Paús, Luis Chillida, Ramón Godes, Ernesto Soria, Ricardo Besnard, Miguel Taús, Joaquín Fabregat, Joan Soler, Juan Damiá, Ramón Almela, Gerardo Beltrán, Paco Esteve, Enrique Bellés, Álvaro Nebot, Juan Querol Antolí, Pepe Baeza, Santiago Felip, Pedro Masip, Leoncio del Río... creo que faltan algunos más. Y no detallo las profesiones porque el lector habitual de esta página ya los conocía a casi todos, pues tanto representaban, por separado y en su conjunto, a la sociedad de Castellón. Bien, pues al que sigo viendo de vez en cuando es a don Jesús Oliver, que es quien nos hace recordar a todos los demás.

LA VIDA // ¡Cuántas vueltas da la vida! Jesús Oliver Fernández nació en Málaga el 21 de mayo de 1920, hijo de Jesús Oliver París y Eloísa Fernández Borrego. Él era un militar, capitán del Ejército, que había nacido en Baza, Granada, y ella era natural de Melilla. Cuando en 1940 el capitán fue ascendido a Comandante lo destinaron a Castellón y aquí se vino con su familia. El chico ya venía con los estudios de enseñanzas medias, incluso ya había ingresado en la Academia Militar de Guadalajara. Al poco de llegar a Castellón, el 1 de noviembre de 1940 y cuando era presidente del centro cultural recreativo Ramón Roig Morelló, se dio de alta en el Casino. Es por tanto el socio actual de mayor antigüedad, el número 1 del Casino Antiguo. En 1943 finalizó sus estudios en Guadalajara, con el grado de teniente. Un tiempo en el entorno de la Puerta del Sol y en 1944 marchó a Melilla a cumplir su primer destino como militar. Se incorporó al grupo de Regulares de Infantería Alhucemas, donde permaneció un año. En 1945 pasó a formar parte de la Policía Armada de Barcelona, en servicio especial. Y en 1948, ya fue destinado a Castellón, donde también su hermana Eloísa y su hermano José María se habían acomodado e iniciado una nueva vida. Ella se casó con Cristóbal Aldás.

CRISTINA GUASP // Oriundos de Valldemosa y Palma de Mallorca, aunque Cristina había nacido en Ibiza, hay que señalar que los Guasp --una rama de la familia-- pertenecientes a la saga de la famosa imprenta balear, llegaron a Castellón poco antes de que comenzara la guerra civil y aquí fijaron su residencia. Cristina y Jesús entablaron relaciones en una fiesta del Casino Antiguo y el 12 de junio de 1946 se casaron en la iglesia parroquial de San Agustín. Sus cuatro hijos, castellonenses de hecho y de derecho, son María Jesús, Luis, Cristina y María Victoria. No obstante, han gozado de conocer los vaivenes de los 400 años de la Industria Gráfica Guasp, con sus mágicas xilografías. Y también las historias que el padre les contaba de su estancia en Melilla. Les hablaba del estruendo de las minas del Rif y los ecos del desembarco en la bahía de Alhucemas. Cuando nuestro personaje estuvo allí, todavía no había obtenido la ciudad la entidad de plaza de soberanía española y las circunstancias que tuvo que vivir en las relaciones españolas con Marruecos. A los jóvenes Oliver, aquellas historias les hicieron incrementar la admiración que sentían por su padre.

HISTORIA MILITAR // En 1950 Jesús Oliver ascendió a Capitán y se incorporó al Regimiento de Infantería Tetuán 14 de Castellón y, posteriormente, a la Zona de Reclutamiento y Movilización, en la que estuvo media vida. Eso le permitió conocer y en algunos casos entablar cordialísima relación de amistad, a tantos muchachos de Castellón y la provincia, a muchísimas familias. La biblioteca y las tertulias del Casino le ayudaron a llenar sus tardes. En 1974 fue destinado a Melilla, dos años, aunque nadie de su familia se movió nunca de Castellón. Después de Melilla pasó a la Capitanía General de Valencia, como ayudante del capitán general Leopoldo Gómez Ortihuela, aquel ser humano que fuera muerto a tiros por la banda de ETA en Madrid.

El nuevo Teniente Coronel, Jesús Oliver, regresó a su destino en Castellón de la Zona de Reclutamiento, hasta que tomó posesión de su nuevo cargo en el Juzgado del Gobierno Militar, donde permaneció hasta 1987, cuando ya tuvo lugar su jubilación. Su último grado militar fue de Coronel. Su esposa falleció en mayo de 2008. La familia Aldás-Oliver, así como los Riera-Guasp y, naturalmente sus hijos, le acompañan, le vigilan y le quieren cuando sobrelleva con mucha dignidad sus 90 años. De sus compañeros y amigos, quedan tan pocos ya… Aunque, de vez en cuando, vuelve al Casino y se asoma al histórico salón de la chimenea por si alguno de sus contertulios se hubiera quedado rezagado. Quedan las huellas de otro tiempo. H