El perfil medio de la persona que acude a las delegaciones de Cáritas diocesana a pedir ayuda y asistencia social ha cambiado radicalmente. Ya no es el inmigrante o transeúnte extranjero sin techo magrebí o de los países el Este que llenaba los comedores sociales en los últimos años. Ahora es español, de la propia provincia de Castellón, en una franja de edad comprendida entre 40 y 50 años, casado y con hijos, y que no puede pagar la hipoteca a final de mes. “Son personas de nuestro entorno, muy cercanas”, subrayó ayer el director de Cáritas.