Los productores cerámicos europeos buscan cómo mejorar la competitividad de su negocio, ante la grave situación de pérdida de rentabilidad que afrontan debido a la crisis económica mundial y el incremento continuado de los costes de fabricación. Esta es la principal premisa que guía la reunión de trabajo del Congreso de la Federación Europea de Fabricantes de Azulejos y Revestimientos Cerámicos (en inglés, CET), y que se celebra desde ayer en Palma de Mallorca, bajo la organización de la castellonense Ascer.

En total, 40 representantes de las asociaciones sectoriales de 11 países distintos de la Unión Europea (Alemania, Austria, Bulgaria, Bélgica, Francia, Irlanda, Portugal, Reino Unido y Turquía, además de los dos líderes, España e Italia) son los que debatirán, entre otros “asuntos de ámbito europeo, como las barreras comerciales, la normalización o las normativas, entre otros”, según los datos facilitados por Ascer. El sector emplea a 220.000 personas y genera 28 billones de euros sumadas todas las ramas.

Sin embargo, el presidente de la organización empresarial española, Joaquín Piñón, en su discurso, ya dio la clave que más preocupa al conjunto de los empresarios: “La importancia que tiene mantener la competitividad de la industria europea, en la que el sector español ocupa un lugar preferente, frente a los países emergentes”, señaló.

Y es que la realidad es que la crisis inmobiliaria que se vive a nivel mundial, ligado a la caída del consumo y las dificultades para obtener un crédito, han hecho que las ventas hayan disminuido en suelo europeo, obligando a salir al exterior para compensar el negocio. Sin embargo, en áreas como Asia, África o América del Sur, los nuevos fabricantes se han convertido en unos competidores directos, gracias a unos precios muy bajos, imposibles de igualar. A esto se añade el incremento de los costes productivos, fundamentalmente ligados a la energía y las materias primas, lo que todavía ha repercutido más negativamente en los negocios.

Una de las acciones que busca el sector es implicar a la UE en su trabajo, de manera que apoye nuevas líneas de investigación que permitan seguir avanzando en la competitividad de los negocios y en la investigación de nuevas líneas de producto.