Castellón cumplió ayer sábado, un año más, con la tradición del Corpus Christi. El más tardío de los últimos 50 años por los caprichos del calendario eclesial y con un calor sofocante que no arredró a los miles de castellonenses que vivieron con emoción la exaltación de las Sagradas Formas. Tanto desde el punto de vista religioso como profano. Porque no se puede entender el Corpus castellonense, en su tiempo similar en esplendor al de Morella o Valencia, sin la presencia de els nanos, gegants y dances que llenaron de colorido ancestral una fiesta que ha recuperado su gloria y júbilo en la más íntima de las creencias católicas castelloneras.

A media tarde, tuvo lugar el ritual de ballar els nanos a la corporación municipal, así como a la Asociación de Familiares de Enfermos de Alzhéimer. Era el prólogo de una sucesión de estampas, rituales y vivencias con el protagonismo también de los niños de Primera Comunión. Unos comulgantes, más de 400, que renovaban sus promesas sacramentales. Y lo hicieron primero en la misa pontifical celebrada en la concatedral de Santa María que estuvo presidida por el obispo, Casimiro López, quien en la homilía destacó que “la sociedad, en la que hay dificultades y pobreza, tiene necesidad de Dios para recuperar valores como la solidaridad y la fraternidad”.

‘NANOS’ Y ‘GEGANTS’ // Tras el oficio religioso, se dio paso a la procesión que, un año más, fue encabezada por els gegants y que despertaron la curiosidad de un público que llenaba las calles del recorrido. Después, els nanos y las danzas dels arets i panderetes.

El cortejo continuó con una representación de todas las cofradias y congregaciones religiosas de la ciudad, así como de les festes de carrer, que mostraban su adhesión al sagrado misterio.

No faltaron tampoco los carros triunfales como el de la Cofradía de la Sangre ocupado por numerosos niños que repartían aleluyas, pequeñas oraciones alegóricas a la fiesta del Corpus. Por último, desfiló la carroza plateada con la custodia de la Sagrada Forma, a cuyo paso los distintos fieles se arrodillaban en señal de respeto, como hace siglos. H