Una fina capa de sudor enmascara su rostro mientras los dos poderosos brazos descuelgan del camión otros tantos barriles de bebida que acabarán en el almacén de una de las terrazas de verano de la playa del Gurugú. El reparto no ha sido generoso en la primera semana de la temporada estival en comparación con el año pasado. ¿La culpa es de la crisis económica o tal vez de la ley de Costas, que ha obligado a reconvertir las tradicionales chiringuitos de playa en simples merenderos junto al paseo marítimo tras 28 años de ocio nocturno?

“Se han juntado ambos factores, se le ha puesto la zancadilla al sector y empezamos a pagarlo”, se queja el repartidor de bebida mientras enseña el albarán con el pedido. “Hoy repartiré solo 11 cajas para toda la semana entre todos los merenderos mientras el año pasado solo en Be Cool y Buddha descargaba un camión entero cada 15 días, es decir, 300 cajas”. La consecuencia de la caída de negocio es inevitable: “Ahora no hago de forma regular esta ruta, antes sí”, zanja el empleado.Desde la óptica empresarial, el rechazo a la ley de Costas es unánime. Ezequiel Salvador, promotor de los dos chiringuitos de verano instalados el año pasado en la playa del Gurugú por última vez, calcula que la prohibición del Gobierno ha dejado en la calle a las 80 personas que trabajaban en ambos chiringuitos, entre camareros, personal de seguridad, relaciones públicas, gogós o dj’s. “El negocio no es rentable con ese volumen de contrataciones si limitan la superficie a 150 metros cuadrados”, remarca.

No hay mucho más optimismo entre quienes sí se han aventurado este año a instalar una terraza de verano en el Grao. La propietaria del merendero Koala --situado justo frente al aeródromo-- lamenta que la ley de Costas merme las posibilidades de explotar el turismo en un litoral con tanto potencial como el castellonense. “Hemos estado 4 años en la playa de Benicàssim, pero nos hemos visto obligados a cambiarnos aquí porque el chiringuito superaba el límite” de 150 metros. “Abrí la noche de San Juan y fue de maravilla porque mucha gente vino a cenar, veremos qué sucede en verano porque falta atractivo para los niños en la playa; quienes gobiernan deberían aflojar la cuerda y no ahogarnos tanto porque nosotros somos quienes atraemos al turismo”, recuerda.

En la barra del Koala, Roberto García apura una caña de cerveza tras haberse dado un chapuzón en la playa. También es partidario de flexibilizar la ley de Costas. “Si se busca potenciar la economía con el turismo, prohibir las discotecas de playa es justo lo contrario; entre el cierre de las discotecas y el derribo del antiguo restaurante Donelio’s se ha perdido atractivo, veremos qué sucede en adelante”. H