Chernóbil es una ciudad ucraniana, situada en lo que fue la antigua Unión Soviética. La URSS construyó en esta ciudad una de sus grandes centrales nucleares, emblema de la industrialización socialista. Pero en el año 1986 ocurrió lo que nadie se esperaba. Un grave accidente aconteció en su reactor, lo que provocó el mayor escape de radioactividad registrado tras la Segunda Guerra Mundial, cuando estallaron las bombas nucleares de Hirosima y Nagasaky.

El accidente provocó centenares de muertos y afectó a miles de personas que vivían en esta región de la extinguida Unión Soviética. Chernóbil fue abandonado y la central nuclear dejó de funcionar. Fueron necesarios muchos años para recuperar la zona y aún hoy persisten muchos problemas entre los habitantes de aquella ciudad. El accidente provocó la solidaridad de los países occidentales, que se volcaron en apoyar a los ciudadanos afectados. Y, además, el accidente reveló hasta qué punto el experimento socialista de la antigua URSS había fracasado estrepitosamente.

EL TORDO // Pero, además, el impacto de la catástrofe medioambiental se dejó notar en toda Europa y muchas zonas fueron afectadas por la nube tóxica. Y aquí, en la provincia de Castellón, muy lejos de donde ocurrió el grave accidente, la radioactividad también llegó, pero no en forma de nube tóxica, sino portada por los pájaros que en su migración hibernaban en tierras castellonenses tras pasar los veranos en lejanas estepas de URSS. Y fue la práctica del parany, la modalidad tradicional de la caza del tordo, la que disparó todas las alarmas. En aquellos días de octubre, cuando se abrió la temporada de caza, los expertos alertaron sobre el peligro de consumir tordos por su posible afección a la contaminación radioactiva de Chernóbil. Pareció una broma, pero el catedrático de física nuclear de la Universitat de València, Eulogio Oset, advirtió sobre el riesgo de consumir estos pájaros que pudieran estar contaminados por la radiación. La Universitat de València contactó con el médico de Ribesalbes Francisco Gonzalez y varios paranyers, como el presidente de la Asociación de Cazadores de Ribesalbes, Lino Traver, quien se comprometió en facilitar tordos para su análisis. Mientras, una psicosis de miedo acompañó aquella temporada de caza. H