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El profesor que a la conquista de la capital fue con sus dibujos y sus pinturas

El profesor que a la conquista de la capital fue con sus dibujos y sus pinturas

El profesor que a la conquista de la capital fue con sus dibujos y sus pinturas

Bellés

Desde la antigüedad, el pintor, el artista en general, nacía y moría prácticamente dentro de unos esquemas, los mismos cánones. Ese es el andamiaje vital que sirvió para llamar a eso estilo. Pero el tiempo y las experiencias, hacen cambiar muchos conceptos que parecía inamovibles. Y es ahí donde intento culebrear en busca del cómo y porqué de Manuel Vivó. Y he tenido que recurrir a lo que de él me dijo en 1982 Felipe Garín, el director entonces del Museo de Bellas Artes de Valencia: “Con Manuel Vivó se trata de un pintor de sólida formación, espíritu analista y equilibrado, pero siempre abierto a experimentos y búsquedas. Su ya considerable obra ha pasado por etapas de variados influjos hasta desembocar en una nueva figuración y realismo de compromiso con la problemática de nuestra moderna sociedad…”

En este primer epígrafe de la página quiero manifestar también la impresión que me llevé cuando se me ocurrió preguntarle el porqué de sus dos años en Madrid. Y es que me contestó así: “Quise conquistar Madrid pintando y estuve a punto de conseguirlo con mis dibujos”. Tal vez lo hizo después cuando ganó allí un Premio Nacional de Cuentos para Profesores con su narración Andarín, que antes había sido finalista de un Premio Armengot de Novela Corta. Y es que, además, también escribía.

EL MUNDO y EL PAN // Hubo un momento en la carrera pictórica de Vivó cuando aceptó llevar su obra a una magna exposición en Alemania con la temática de pan para el mundo. Se recordaba que en amplias zonas de nuestro planeta para muchos seres humanos el pan está maniatado, como encadenado, y es de cualquier forma inalcanzable. Y allí, los cuadros suyos, realizados algunos con espíritu y técnica hiperrealista, manejaban una temática de cierta uniformidad, en la que eran constantes, muy frecuentes, algunos elementos como las cuerdas, las telas, los paquetes y, especialmente, los panes, el pan. Su exposición estaba llena de simbolismos, afirmando con sus cuadros que el pan es desde los tiempos bíblicos uno de los principales elementos de la humanidad, convertido en un referente de la conservación de la vida. Y es que, como indicaba el crítico Doctor Heinz Schmitt, en una sociedad industrializada las gentes pasaban despreocupadas junto a los trozos de pan, vistos simplemente como basura. En ese contexto, en la obra de Manuel Vivó se vio un simbolismo que adquiriría categoría de mensaje para la humanidad. Y el artista, siempre en su permanente búsqueda de conquistas, se ganó allí con su obra el prestigio y la consideración del mundo.

LA VIDA // Nació el 1 de enero de 1925 en Benicalap, barrio de Valencia situado en la margen izquierda del río Turia y a la derecha de la carretera comarcal de Ademuz. Antiguamente fue un caserío pero con el tiempo, el barrio quedó absorbido por el desarrollo urbano de la capital. O sea, que cuando nació Vivó ya era Valencia para todos los efectos. Fueron sus padres, Josefa y el fabricante de sillas, Vicente. Tuvo dos hermanos mayores, Amparo y Vicente. Los tres fueron matriculados de niños en el Colegio Luis Vives, aunque Manolo ingresó a los 14 años en la Escuela de Artes y Oficios y pasó casi de inmediato a la Escuela Superior de Bellas Artes de San Carlos, donde coincidió con el hoy muy destacado pintor Joaquín Michavila, de l’Alcora. Allí estuvo un tiempo, aunque en tercero de carrera ya entró a colaborar también dibujando muebles en una fábrica de Alcoy. En ese ir y venir se convirtió en un experto en el manejo de la gubia, haciendo grabados y talla de madera. Pero desde que empezó en la disciplina pictórica quería conquistar Madrid, ya me lo ha dicho varias veces. Así, en los 50 y 51, cuando estaba en cuarto de carrera, marchó a Madrid y estuvo dos años viviendo de las copias que realizaba en el Museo del Prado. Consiguió una identificación como ‘copista oficial’ y pudo pagarse su estancia en la pensión Arrieta, vendiendo copias, cuadros y dibujos, de las obras de los grandes maestros.

TELEFONISTA // Y cuando Vivó hacía valer las copias de las obras de Velázquez y Goya, aunque también sus trabajos de carácter decorativo tomando como modelo diversos animales del Zoo del parque del Retiro, hablaba todos los días con su novia formal de Valencia, Carmen, que ejercía de telefonista y pudo arreglar las cosas para que pudieran comunicarse por teléfono y, además, de forma gratuita, ella en Valencia y él en Madrid. Hasta que, en 1952, en la iglesia valenciana de los Santos Juanes, contrajeron matrimonio, el 10 de octubre, Manuel Vivó Rius y Carmen Lleonard Ruiz. Con eso, pasaron una temporada en Alcoy, donde él seguía dibujando muebles, sillas especialmente que, posteriormente, se convertían en atractivos productos para las casas de muebles. Y estando en Alcoy, pudo terminar el último curso de Bellas Artes. Y es que nos hallamos ante una vida frenética, en permanente afán de lograr objetivos y cada unos de los sueños que le acariciaban. Así fue de lo más sencillo el obtener el título de Profesor de Dibujo, convalidado después por el de Licenciado en Bellas Artes. En 1955 pasó a la ciudad de Prego, en Córdoba, para ocupar la plaza de Profesor de Dibujo en aquel Instituto Laboral. Y, desde entonces fue natural la aparición de catálogos de sus exposiciones pictóricas en varios lugares de España y los guiones de sus discursos y conferencias de arte.

LA CARRERA, LA FAMILIA // Nacen sus hijos, Manuel y José Francisco. El primero contrae matrimonio con Marga y de la unión nacen dos nietos, Alberto y Valeria. En 1961, obtiene la Cátedra de Dibujo en el Instituto Juan de Ávila, de Ciudad Real. A los tres años, Profesor de Término de Dibujo Geométrico de la Escuela de Arte Aplicadas de aquella capital, donde se había establecido la familia hasta que, siete años después merece por Concurso de Traslado la Cátedra de Dibujo del Instituto Francisco Ribalta de Castellón, en 1967, donde en la calle de Cataluña se asienta definitivamente la familia y Manuel Vivó va observando como alumnos suyos, de entre los miles que han pasado por su aula, unos son ahora arquitectos, ingenieros, cirujanos, a los que tanto les ha sido muy útil su capacidad para irradiar arte y enseñar dibujo lineal o técnico. Se jubiló en 1990 cuando ya había fallecido su esposa, Carmen. Y… “me quedé sentado y ya sólo vi una sombra blanca y un camino largo…” H

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