Los castellonenses siempre hemos hablado con orgullo de la industria azulejera de la capital de l’Alcalatén, de l’Alcora. Y lo hemos hecho en cualquier lugar de España y del mundo. Muchos hemos leído con deleite la vida y milagros del Conde de Aranda, don Pedro Pablo Abarca de Bolea, en libros o trabajos histórico-literarios de gran número de autores. Y en el anecdotario popular siempre aparecen aquellos dos alcorinos que ya estaban en las Américas vendiendo azulejos, cuando Cristóbal Colón y su gente estaban protagonizando la gran hazaña del Descubrimiento.

En realidad cuando hablamos de cerámica, lo hacemos de loza, de cristal, de gres y de esmaltes, de porcelana, de terracota y de caolín, incluso de cualquier manifestación de la alfarería. El protagonismo de hoy es para el cristal artístico. Y su máximo intérprete es el alcorino Vicente Mallol Moliner, Hijo Predilecto de l’Alcora desde 1995, donde hay una calle a su nombre y una de sus singularidades la constituye el hecho de ser titular de tres menciones en el Guinness: como poseedor del mayor número de piezas de tallado de cristal artístico, también de esmalte artístico y de mayor número de piezas de cerámica de vanguardia. Más de diez mil entre las tres disciplinas.

SU OBRA // Hojas de servicio como la de Vicente Mallol no se pueden presentar al final de una vida si no se ha comenzado pronto a ir rellenando el currículum con líneas firmes. Creativo del tallado de cristal artístico de altísimo nivel, tiene obra expuesta en el Museo de Bellas Artes de Río Piedras, en Puerto Rico; Museo de Ponce de Luis Ferrer, también en Puerto Rico; The Corning Museum of Glass, de Nueva York; Museo del Vaticano por expreso deseo del Papa Juan Pablo II y otros lugares del mundo, sin olvidar la presencia de su obra tanto en el pequeño Museo de la Caja Rural como en su vitrina en el majestuoso Museo de Cerámica de l’Alcora, al calor de cuyas instituciones nació hace muy pocos años la Escuela Superior de Cerámica, como una iniciativa centrada no solamente en la exaltación de su producto artístico con tanto andamiaje, tanta variedad de estilos, sino que fundamentalmente al servicio de la industria. Es como seguir los consejos de ese inmenso periodista que es Manuel Martín Ferrand, con quien hace cincuenta años tuve la satisfacción de poder colaborar desde EA-J-14, Radio Castellón, cuando él dirigía aquel programa mágico titulado, Matinal, Cadena Ser. Martín Ferrand pide para este país empleados de toda condición salidos desde la gente común, aunque preparada. Médicos sin jefatura de servicio, panaderos de barrio y hogaza, sastres conversos al prêt-a-porter, camioneros autónomos, gentes, en fin, que aprenden y ejercen un oficio para ganarse siempre la vida.

LA VIDA // Nació Mallol, en l’Alcora, el 11 de octubre de 1918, hijo del popular conserje del Casino Carlista, Vicente Mallol Vélez, y de la costurera Joaquina Moliner Reboll. Tuvo un hermano, Alfredo, y ambos aprendieron lo básico en el colegio de La Salle. Pero al morir la madre, el señor Vicente se llevó a los chicos a Barcelona y nuestro artista ya empezó a destacar a los 16 años, en una gran empresa como la Unión Vidriera de España. Los tres hombres de la casa, se apañaban como podían, pero muy pronto Vicente Mallol conoció a una muchacha de Port Bou llamada Enriqueta Chiva Herrera y mostró deseos de casarse con ella. La chica tenía 18 años y Vicente 22 cuando contrajeron matrimonio en junio de 1941, en la iglesia parroquial del barrio de Sans. Y, desde entonces, la joven pareja venía cada mes de agosto a l’Alcora para participar en sus amadas Fiestas del Cristo. Y en Sans, que era su mundo social y urbano, Mallol ya inauguró un taller de vidrio artístico, en el que llegó a tener 20 operarios. Después, en la calle Mayor de Gracia, otro taller y una preciosa tienda de regalos. Y al matrimonio le nacieron sus hijas, Enriqueta y Roser, que después se casarían y ampliaron el eco de la familia Mallol.

EL FRAILE // Lo cierto es que Vicente Mallol siempre ha mostrado su orgullo de ser hijo de l’Alcora, pero su vida está condicionada por su cercanía familiar con un fraile, el padre Telesforo María Beltrán, con quien coincidió en el gran centro de formación profesional de La Massana, donde acabó por perfeccionar sus dotes como dibujante, al tiempo que se sumergía en el apasionante mundo de los esmaltes. Y el fraile les invitó a ir con él a Puerto Rico, con el compromiso de efectuar una exposición en la Casa de España en San Juan, la capital. Y ese fue el principio que le permitió vivir la aventura americana con exposiciones en varios países, trampolín para volver de vez en cuando para hacer lo mismo en Europa, también en Asia. Durante un tiempo estuvo dando clases a alumnos americanos. Y en el mismo San Juan de Puerto Rico le ofrecieron la cátedra de Arte de su Universidad, pero la morriña, la añoranza le impulsó a regresar definitivamente a España, a su casa de Barcelona, a su cercanía con l’Alcora, donde finalmente acabaría por instalarse de nuevo la familia desde 1980, incorporándose como un vecino más, volviendo a recuperar sensaciones, materiales y argumentos para seguir trabajando como en sus tiempos de juventud.

MEDALLA DE ORO // En la vida de Mallol hay una serie de hechos que contribuyeron a que los ojos del mundo se dirigieran en tantas ocasiones a la población de l’Alcora. Fue muy feliz cuando logró un Diploma de Honor en el Concurso Nacional Conde de Aranda de Cerámica de Alcora. Pero es justo destacar la Medalla de Oro en talla de cristal que consiguió en la Exposición Internacional de Artesanía de Madrid, en 1953, certamen al que concurrieron artistas de primer nivel de 22 países. Allí se puso de manifiesto como una materia que se trabaja y manipula con las manos, aunque cada vez con mayor ayuda de la tecnología, puede contribuir a que se alcancen tan altas cotas, en el aspecto artístico, aunque también en el industrial. Así lo resaltaron desde la Casa Real los monarcas españoles al felicitar al artista personalmente, muchos años después.

Desde que en 2003 falleciera Enriqueta, su esposa, la vida de Vicente Mallol ya fue languideciendo. Aún le dio tiempo, sin embargo, para efectuar gran número de valiosas donaciones a su pueblo y admirar el esplendor de un mágico Museo de Cerámica, tan suyo para siempre. H