El partido de ayer pasará a la historia más negra del Castellón. Fue el partido de la impotencia de un grupo de jugadores abandonados a su suerte. El de un lamentable espectáculo futbolístico. El de la espantá de su actual gestor, que abandonó el palco muchos minutos antes del pitido final. El de la despedida de los tres hombres con más caché, víctimas de los impagos, lo que deja a la plantilla con solo 15 efectivos... y que no sean menos en las 48 horas que restan para el cierre del mercado... Un nuevo episodio en la desintegración crónica de un club que ha cerrado otra semana auténticamente bochornoso.

ADIÓS AL FÚTBOL // Resulta difícil hablar de fútbol cuando nadie habla de fútbol. Todo el mundo tiene la cabeza en otro sitio. La tarde empezó con un gesto simbólico, reflejo fidedigno de lo que iba a terminar siendo. Así, al mismo tiempo que los jugadores saltaban al césped para dar inicio al partido, Fernando Miralles recibía la primera pitada de los algo más de un millar de fieles que, desafiando a todos los elementos, incluso el viento y el frío, fueron partícipes de tamaño suplicio.

Desgraciadamente, ni una pizca de alegría, porque el partido, por llamarlo de alguna manera, jamás existió. El Ribarroja, otro de esos equipos de medio pelo que poblan la categoría, no tuvo ni que esforzarse a fondo para sacar un punto que da continuidad a su racha (cinco partidos sin perder) aun sin su hombre más reconocible (Diego Ribera fue baja).

El primer tiempo fue el más anodino que los más veteranos recuerdan. El monótono pulso de los escasos valientes solo se alteró para, de tanto en tanto, recordarle a Miralles que pagara, que se vaya... Desgraciadamente, el equipo le hizo un flaco favor a su dirigente con una imagen tristona y cabizbaja. No cabe duda de que los futbolistas acabaron con el depósito de energías vacío, pero si en condiciones normales su rendimiento ha dejado mucho que desear, imagínense con las dos semanas que el vestuario lleva sufriendo como consecuencia de los impagos, confundido por un flujo de información contradictoria que no es capaz de discernir, lo cual le tiene completamente desorientado y frustrado.

La gente miraba al palco y seguía con el rabillo del ojo el partido. Solo hubo cuatro instantes en los que dirigió la vista al césped, en dos remates lejanos de Miguel Ángel y Álex Felip, así como a la hora de reclamar sendos penas máximas sobre Blyndu y Juanjo.

La segunda parte, forzosamente, no podía ir a peor. El Castellón salió con renovados bríos en el primer cuarto de hora, en el que pisó zonas comprometidas para el Ribarroja. En dos minutos, un derribo a Hugo García se unió a los penaltis al limbo; también obligó a Jordi a la única parada comprometida de la tarde. Lo cierto es que la intervención del encuentro corrió a cargo de Rubén, rcuperado para la causa.

NI LAS MIGAJAS // Los albinegros asumieron el mando de las operaciones finales. De forma atropellada, metió al Ribarroja en su área, pero las ocasiones brillaron por su ausencia. Ni las migajas de una victoria para consolarse ante un espectáculo tan infumable.

De ahí que tenga más valor el aplauso cerrado de los pocos que aguantaron hasta el final, acompasados por una consigna: “¡Diles que les paguen!”. Sin embargo, el destinatario de este mensaje ya no podía oírlo. Hacía tiempo que ya no estaba en el estadio.