Cinco generaciones de la familia Guirao, que vive repartida entre Castellón, Vila-real, Onda, Burriana, Betxí o Moncofa, han padecido y padecen una distrofia muscular hereditaria, ocasionada por un gen que contiene mutada la proteína transportina3, responsable de introducir en las células el virus del sida y reproducirlo. Por tanto, en ellos el VIH no se reproduce al disponer de una vacuna natural contra esta pandemia tan temida.

El doctor Juan Jesús José Vílchez, quien dirige el grupo del Instituto de investigación del Hospital La Fe de Valencia, responsable de este avance mundial, trata, actualmente, a 35 miembros de esta amplia familia: abuelos, hermanos, tíos o hijos. La mayoría de ellos, contactados por el periódico Mediterráneo, son reacios a que sus vecinos conozcan que sufren esta extraña dolencia, pero el joven Abrahán Guirao ha decidido romper este silencio y explicar cómo está viviendo que su enfermedad se haya convertido en una pieza clave para lograr la anhelada vacuna contra el sida.

“Resulta irónico que mi enfermedad pueda ayudar a crear una vacuna para curar el sida”, explicó este joven de solo 28 años de edad, que va en silla de ruedas debido a su enfermedad, que ya le imposibilita tener movilidad.

ANTECEDENTES // “Tras este avance, yo no me hago ilusiones de que me vaya a curar, pero sí tengo esperanzas de que se investigue y ayude a que las generaciones futuras de mi familia no la desarrollen”, comentó este joven, que vive en Vila-real, y que vio hace varios años como su padre moría a causa de la distrofia que padecía y que a su vez había heredado de su padre, el abuelo de Abrahán, y de su bisabuela, el primer caso conocido en la familia.

“La distrofia afecta en primera medida a los músculos y puede llegar a dañar órganos internos, como le paso a mi padre, que falleció”, señaló Abrahán con una valentía digna de admirar en alguien que padece osteoporosis grave, además de haber pasado también por un cáncer de piel.

Este joven supo casi desde que nació que padecía la misma enfermedad que gran parte de su familia. “Desde pequeño yo ya veía que no podía correr como los demás niños, ni hacer muchas de las cosas que ellos hacían”, recordó ayer este vila-realense, que recibe una pensión por la minusvalía que tiene reconocida. H