Anna V. B., bióloga, de 35 años, es una de las muchas castellonenses que ha emigrado por motivos laborales. La falta de empleo le llevó a acudir al servicio Eures en Castellón y cambió les Useres por Bray, una ciudad próxima a Dublín desde donde estudia cómo conservar las aves de Irlanda.

--¿Qué le motivó a buscar trabajo en el extranjero?

--La escasa oferta de trabajo como bióloga en España y Castellón. Desde que acabé la carrera en 2001, he estado vinculada a proyectos como Life Ullars y he trabajado para Parcs Naturals de la Generalitat. En los últimos dos o tres años, con la crisis, en general el interés por el medio ambiente ha pasado de malo a crítico. Por ello, tras quedarme en paro en diciembre del 2012, busqué fuera. En Reino Unido es alucinante la cantidad de empleos verdes que existen. A la semana recibía entre tres y siete ofertas.

--¿Resultó difícil conseguirlo?

--Tardé casi seis meses. No fue un camino de rosas, sino muy frustrante y en muchas ocasiones desesperante. La primera dificultad es el idioma. Es cierto que estudiamos inglés en Primaria y Secundaria, pero ese nivel esn insuficiente en el ámbito profesional. Compatibilicé trabajo y estudios, y ahora tengo nivel avanzado de la EOI. Otro hándicap fue la alta competitividad en un mundo globalizado. A una empresas llegan currículums de candidatos del mundo entero. Hay que armarse de paciencia, no desesperar y buscar asesores expertos, como la oficina Eures de Castellón, en mi caso.

--¿Está satisfecha con la experiencia? ¿Le gustaría regresar algún día a Castellón?

--Estoy muy contenta de tener un trabajo relacionado con mi campo, dada la coyuntura actual. La experiencia es inmejorable. Pero vivir en un país extranjero, lejos de tu familia y pareja, pensando todo el día en otro idioma es realmente agotador, muchas veces frustrante y, sin duda, no apto para melancólicos y personas que no sepan estar solos. H