Cuando me decido a escribir esta página, han pasado los días de Semana Santa, con esa Procesión del Viernes que tanto nos gusta a mi mujer y a mí, ha pasado la Pascua y hasta la fiesta del lunes de San Vicente. Pero como uno de mis caprichos es guardar los extra de los periódicos y también las revistas de un mes para otro, ahora, comenzado el verano, empiezo a escribir las páginas cuando ya he leído todo lo atrasado. Y todo lo que iba guardando me sirve para recordar lo vivido. Mis días vividos y mis noches soñadas, que es el título que repetimos una y otra vez cuando alguien me llama para que ofrezca una charla a modo de conferencia. Y ahora, con las fotografías reales o simuladas del singular Paco Segarra, su respetadísimo mossén Balaguer, máxima autoridad eclesiástica de Castellón durante tantísimos años, ahora, digo, siento que me deslumbran los recuerdos de las Semanas Santas de mi adolescencia, de mi niñez incluso. Y vuelvo a recordar el eco de aquellos sermones en Santa María a los que éramos obligados a escuchar.

-- “El pecado es malo…!” Nos decía un predicador desde el púlpito de la entonces arciprestal. Y nos entraba a todos los chiquillos una risa incontenible. Y así cada año, hasta que descubrimos qué era eso del pecado. Y hasta vimos crecer la Iglesia Mayor hasta convertirse en Catedral. Y allí, siempre junto a nosotros, Paco Segarra.

LA COCHERA Y EL SAN PABLO // He contado más de cuarenta veces mis principios en la cochera del Palacio del Obispo, como salón parroquial donde nos iniciamos en el teatro. He recordado alguna que otra vez la inauguración del salón San Pablo, cuando el entonces seminarista mossén Javier Iturralde y yo, muy jóvenes ambos, interpretamos la comedia dramática El Apóstol. Y siempre, en la iglesia, en la cochera, en el San Pablo, estaba muy cerca de nosotros, como vigilándonos, el personaje de hoy, Paco Segarra. Y un día descubrí lo que le motivaba. Era ir recaudando fondos, peseta a peseta, para la reconstrucción de Santa María, al tiempo que hacía feliz a don Joaquín Balaguer de que pudiera conocer todo lo que iba ocurriendo en cada una de las dependencias de su parroquia.

Y para eso estaba el señor Paco, un hombre sencillamente bueno, eficaz, amable, apto para cualquier cosa que pudiera hacer felices a los demás. Don Joaquín, don Vicente Traver el arquitecto, su hijo Vicente, su nieto Ignacio, don Severino Ramos como presidente de la Junta Pro-Templos, don Evaristo de Vicente que le sustituyó, eran quienes estaban en primer plano de atención periodística. Pero casi a oscuras, en silencio, yo veía brillar el trabajo de Paco Segarra y de Paco Peirats, el encargado de la obra. Dos hombres muy serviciales. Diría en realidad, que excepcionales.

LA VIDA // El que terminaría siendo Administrador de la primera fase de las Obras de Santa María, Francisco Segarra Alqueró, nació en Castellón el 25 de marzo de 1910, hijo de Vicente Segarra Huguet y de Paquita Algueró Avinent, quienes tuvieron en total cuatro hijos, todo chicos. El mayor, Vicente, fue sacerdote, ocupado en parroquias de la provincia; José hizo Magisterio y estuvo de maestro en Benicàssim. La vida de Francisco y la del pequeño Joaquín, se ha desarrollado en el mundo del comercio. Todos empezaron jugando en la calle de Isabel Ferrer, el carrer Casola. Eran gente “muy de Castellón”, aunque también muy apreciados en la provincia por sus contactos.

En su niñez, Paco fue al colegio de La Sequiota, en la Ronda, ahora Colegio Cervantes. Y a los 14 años ingresó en el popularísimo establecimiento de tejidos de Busutil, en la calle de Enmedio, es decir, en la arteria comercial de primer orden en su tiempo, calle con un establecimiento en cada una de sus casas. Lo cierto es que, en aquella época y en la acera de los impares, había nada menos que doce tiendas de tejidos entre la Puerta del Sol y els Quatre Cantons, hasta Colón.

ADMINISTRATIVO // Esa ha sido la afición y la aptitud de Paco. Siguió como dependiente de un establecimiento de tejidos, Casa Nebot de la calle Colón después de Busutil, pero tanto en una como en la otra tienda, Paco acabó siendo el dependiente mayor en la referente a cuentas, saldos y contabilidades. Todo eso antes de la Guerra Civil. Porque, al ser llamado como soldado, cumplidos incluso los 26 años, le tocó vivir la aventura de su vida jamás imaginada. Estuvo muy cerca del general Camilo Alonso, de la compañía IV de Navarra, en la legendaria Batalla del Ebro. 114 días entre julio y noviembre de 1938, con alardes logísticos de uno y otro bando, y violencia extrema que alcanzó miles y miles de soldados muertos.

Paco Segarra volvió a casa ya hecho un hombre, con tiempo para participar de lleno en la reconstrucción de la Iglesia de Santa María, ejerciendo de administrador a las órdenes directas del cura arcipreste. También de enamorarse y conocer a Milagros Cortés Felip y contraer matrimonio con ella el 1 de agosto de 1944. Tuvieron tres hijos: Paco, que se casaría a su tiempo con Marisa Guinot; Fernando, que se casó con Victoria Paús y Pedro, soltero y médico otorrino.

EL TIEMPO ES TESTIGO // Entre su familia y él mismo, abrieron en la calle Vera en 1957 una tienda que ya era muy popular gracias a su primera propietaria Felisinda Segarra. El lugar tenía tanto encanto que el joven pintor Sebantián Planchadell lo pintó al óleo, y la obra, ya enmarcada, luce en el Museu de Belles Arts. Lo cierto es que, ya con el protagonismo de sus hijos y su nuera Marisa, la primera tienda de ropa infantil se ha convertido en un establecimiento de cierto relieve comercial en la calle de Alloza, con el nombre en la fachada de “Paco Segarra”, todo un signo de buen trato y calidad. Y entre unas y otras cosas, hay en la casa los nietos Paquito, María, Inmaculada, Fernando y Víctor, así como los bisnietos Fabio y Daniela. A todos les ha llegado el pálpito del primero de los Paco Segarra, con la experiencia de su amor a los demás, su dedicación humana y material a la salud de don Joaquín Balaguer, el arcipreste, y viendo como desde la parroquia se hacían los esfuerzos necesarios para que ese templo amado por los castellonenses, que fue declarado monumento nacional en 1931 y demolido después en plena Guerra Civil, hoy ha vuelto a ser una obra de amor y de arte sacro en el corazón de la ciudad y de sus vecinos. H