En febrero de 2013, Héctor Borrás, de 29 años, se embarcó en una aventura profesional muy lejos de su Cabanes natal. Exactamente, a 10.000 kilómetros. El joven hizo las maletas para trasladarse a Ulán Bator (Mongolia) y ejercer como arquitecto. Un sueño que, sin duda, ha podido cumplir y que le ha reportado grandes satisfacciones en este año y medio de andadura asiática.

Su talento y su empeño le han permitido trabajar en importantes proyectos como la construcción de un hotel en la capital mongola, diversos edificios residenciales y su trabajo estrella: la puesta en marcha del complejo deportivo Nairamdal. Un recinto que, como explica el propio Borrás con orgullo, integra un pabellón de baloncesto con capacidad para 3.000 personas, una piscina climatizada para 500 espectadores, canchas de entrenamiento y también gimnasio.

CERÁMICA DE CASTELLÓN // “La propuesta de venir a Mongolia me llegó a través de mi amigo Luis, también de Cabanes. Él entonces trabajaba en Singapur como comercial de cerámica y vio en el boom inmobiliario que vive Mongolia la oportunidad de abrir negocio, ofreciendo un gran producto como es la cerámica de Castellón a través del diseño y la arquitectura”, recuerda.

Fue entonces cuando el joven se animó a probar suerte en Ulán Bator y se unió a sus amistades para emprender un pequeño estudio de arquitectura, que en la actualidad cuenta ya con cinco trabajadores más y continuará creciendo en 2015.

“Probablemente, si la crisis no hubiera llegado a España, yo nunca habría dejado Castellón, por comodidad. Esta situación fuerza a mucha gente a salir del país en busca de oportunidades y, como siempre, debemos mirar el lado positivo de las cosas”, apunta Borrás, que no tiene planes de volver a la provincia si la faceta profesional le sigue sonriendo.

CULTURA Y VIDA // Por lo que respecta a la vida en Mongolia, se encuentra muy cómodo. Afirma que la mayoría del pueblo mongol, por su tradición nómada, tiene un carácter muy acogedor. Cuando le preguntamos qué es lo que se le hace más difícil de vivir allí lo tiene claro: soportar su extremo invierno, que dura casi seis meses y llega algunos días a los 45 grados negativos. Tampoco se olvida de la familia, los amigos y el clima privilegiado de Castellón. H