El pasado sábado se celebró la gala de entrega de los premios Goya con un éxito de audiencia respecto a años anteriores fruto sin duda del buen hacer de su presentador, el actor Dani Rovira, del cariz menos político de la gala y, sobre todo, del excelente momento por el que atraviesa la industria del cine español en cuanto a asistencia a salas se refiere. Durante el año 2014 se han recaudado 130 millones de euros, han pasado por las salas 20 millones de espectadores que, como ya se encargó de apuntar el presentador, han contribuido a aportar a las arcas del Estado 27 millones de euros.

“Antes el Estado ayudaba al cine y este año, el cine ayudó al Estado”, apuntaba un pletórico Dani Rovira en su intervención, y no le faltaba razón: desde el 2010 la recaudación ha aumentado un 97% y las subvenciones del Estado han disminuido un 62%.

En mi opinión, la industria del cine está llevando una estrategia correcta, que no es distinta a la que desarrollan el resto de industrias: ofrecer aquello que el mercado le pide, en este caso, entretenimiento de calidad y de esto el cine español tiene y mucho.

Esto no es óbice para que sigan existiendo políticas de apoyo públicas al cine, pues el fomento de la cultura es clave en el desarrollo de cualquier sociedad avanzada. Existe, sin embargo, una gran diferencia entre apoyo y mantenimiento subvencionado, que suele devenir, casi siempre, en peor calidad y en un inevitable sesgo político.

Mención aparte merece la cuestión del IVA: que la entrada a un cine se grave con el tipo máximo del 21% es absolutamente inaceptable y el Gobierno debería tomar medidas de manera inmediata. H