Cuando yo apenas había cumplido los 17 años, puede que fuera la primera Magdalena que se me permitió salir de casa después de cenar y, en la noche, cuando el concurso de tracas y castillos era un espectáculo grandioso y gratuito. Asistí con unos amigos y sufrí un gravísimo accidente. Estuve unos días en la clínica y entre quienes vinieron a verme está el padre José. Y me trajo el regalo de un cuadro, un paisaje de Lledó, que conservo con cariño por tantas significaciones. Solamente nos unía la cordial relación de mancebo de farmacia con el convento de los Capuchinos. Pero a él le habían regalado algo valioso que pensaba me haría feliz. Gracias por todo.