Castellón acogerá el sábado 14 de marzo una corrida de toros goyesca con Ponce, El Fandi y Castella. El único antecedente conocido en esta plaza sobre una goyesca data de 1934. Se vive por entonces, la que el periodista Corrochano bautizara como Edad de Plata del Toreo, a la que perteneció toda una pléyade de grandiosos toreros que siguieron las bases asentadas por Juan Belmonte. Pareció haberse superado el vacío dejado por Gallito y esta generación sirvió de transición hasta el resurgir de Manolete.

El abanico de figuras de aquella dorada Edad de Plata era amplio: Marcial Lalanda, Manolo Bienvenida, Pepín Martín Vázquez, Domingo Ortega o el mismísimo Ignacio Sánchez Mejías, que aquel agosto de 1934 recibiría una cornada mortal en la ciudad de Manzanares, y que inspiraría a Lorca en la que se conoce como una de las mejores elegías de la literatura española: Llanto por Ignacio Sánchez Mejías.

Aquel año las riendas de la plaza de toros de Castellón las llevaba Eduardo Pagés, empresario a su vez de Sevilla y que un año antes montaría su primera Feria de Abril con cuatro corridas de toros y una novillada con picadores. Pagés era un hombre avispado e inteligente; de hecho, aquel año hizo reaparecer a su gran amigo Juan Belmonte y a Rafael El Gallo. Su ingenio le llevó a celebrar esta corrida de toros de carácter goyesco, en lo que sería el primer festejo de la temporada, dentro de las fiestas de la Magdalena.

Pagés programó una corrida con ocho toros, que abriría el rejoneador José García Algabeño y los diestros Vicente Barrera, Enrique Torres y Fernando Domínguez. La plaza se engalanó para tal ocasión con adornos y tapices. Y previamente al festejo, hubo un desfile en el ruedo a cargo de la reina y damas de las fiestas, que saludaban subidas a sus calesas, la banda de música y gentes vestidas de época. Los alguacilillos hicieron el despeje de plaza como era habitual durante la época de don Francisco de Goya. No faltó detalle en aquella puesta en escena del festejo.

Algabeño fue matador de toros primero y, al igual que hiciera Belmonte, reapareció como rejoneador. Toreó a caballo y escuchó sendas ovaciones. Días después y fruto de su implicación política, fue tiroteado junto a su hermano. No murió, pero tuvo que retirarse aquel año. Curiosamente, perdería la vida dos años después durante la contienda de la guerra civil.

El triunfador, aunque sin orejas, fue Fernando Domínguez, tío del actual Roberto Domínguez. “Realizó una faena magnífica, tranquilo, elegante, con pases de todas las marcas”, escribía el Heraldo de Madrid.

Vicente Barrera, abuelo del también actual torero del mismo nombre, vivía un momento de esplendor que no pudo demostrar debido al pobre juego de los toros de Doña Carmen de Federico, que “envió ocho toros sosos”, según la revista de la época El Clarín. En la misma se apuntaba del valenciano que “ofreció muestra de su seguridad”. Por su parte, Enrique Torres “estuvo mal”. Este valenciano, que compitió de novillero con Barrera, fue un torero de gran calidad. Así que la goyesca fue, como publicó El Clarín, “una cosa grotesca”. H