Suelo frecuentar el paso por la hoy llamada calle de Caballeros, en donde, entre otros edificios, se encuentra el Museo de Etnología en la antigua casa de los Martí Matutano, y el no menos antiguo carrer de la Juheria, cuyo nombre todavía perduraba en el siglo XVII. La tranquilidad que se respira en esta calle incita a la reflexión y al retorno a otros tiempos casi olvidados. La brevedad del paso no es obstáculo para pensar en aquellos tiempos y restaurar la memoria de lo que fue, sin duda, esta calle, repleta de judíos a quienes imagino en su época de esplendor, expertos en finanzas, cambios y prosperidad.

Imagino su afán de construir un cementerio para sus muertos y una sinagoga para sus vivos. Su apogeo en los siglos XIII y parte del XIV y su desgraciado éxodo, saqueos, incendios así como matanzas que sufrieron en este último hasta su desaparición.

Todo ello es parte de la historia local, desgraciadamente bastante desconocida. Enseñamos en nuestras escuelas las más variadas disciplinas y desconocemos algunas que conciernen directamente a nuestra idiosincrasia. Calles, costumbres, tradiciones están fuera de los planes de estudio. Son materias complementarias, si se quiere, pero de interés ciudadano.

Nuestra identidad no solo es la lengua -de vital importancia, por supuesto-, sino también aquello que la hace posible para nombrar lo que nos rodea. Amar la ciudad implica conocerla. H