La que van a leer no es una historia cualquiera. Su protagonista es Luis Cañizares, un franquiciado de McDonald’s que en junio del 2001 montó un restaurante de la conocida marca de hamburguesas situado en el centro comercial Portal Mediterráneo de Vinaròs.

Su conflicto con la empresa comenzó cuando decidió salir del COOP, que en la compleja nomenclatura de McDonald’s es una “asociación de franquiciados” que gestiona el 4% que todos los restaurantes deben abonar a la central en concepto de publicidad y promoción. Además, todos los locales también pagan un canon del 17% de su facturación bruta a la compañía. Cañizares detectó que ese 4% era una especie de repago, ya que no se dedicaba a promocionar su restaurante sino las campañas generalistas de la compañía, y creía que eso ya se incluía en el canon general.

A partir de ahí, la multinacional inició una campaña de acoso cuyo objetivo, según este vinarocense, es “desgastarme y arruinarme”. Así, no recibe carteles con las novedades, los cupones de descuento no sirven para su local y las promociones le llegan con meses de retraso. Pero la compañía se ha topado con un hueso duro de roer. Lejos de arrugarse, presentó una demanda civil en octubre del 2015 --de la que espera sentencia-- y en noviembre dejó de pagar también el 17% de la facturación. “Es pagar un servicio que no recibo”, asegura.

Además del juicio civil, también ha presentado una demanda penal contra la plana mayor de la compañía por falso testimonio. Y ultima un nuevo escrito que afecta a Havi, uno de los principales proveedores de la firma con el que también tiene problemas. McDonald’s afirma que es un proveedor independiente, pero Cañizares apunta que, de ser así, ¿qué le “impediría comprarle una salsa y venderla a otra compañía de hamburguesas?”. Y razona que lo que está en juego no es tanto un caso aislado como “el modelo de negocio” del gigante del fast food. “Yo solo he destapado las contradicciones del contrato, que he cumplido. Nadie me ha denunciado”.

DIFICULTADES // Todo el proceso ha afectado al negocio que tiene en Vinaròs, pero curiosamente lo que le ha puesto en más problemas es la circunvalación de la N-340. El cúmulo de circunstancias le ha llevado a hacer una oferta a la empresa para venderle el restaurante, pero también aquí tiene las espaldas cubiertas. “Quiero vender por la misma cantidad que lo hizo un franquiciado que también tuvo un conflicto con McDonald’s, y al que dieron mucho dinero para que se retractara de sus opiniones sobre el COOP y retirara los juicios”, apunta, aunque sabe que no se lo pondrán fácil.

Pero no solo pierde él, sino que ha puesto en jaque al gigante multinacional. La firma no solo ha cambiado el contrato que hace firmar a sus franquiciados, sino también a su cara visible en España. Así, Patricia Abril, que en el 2014 era su presidenta, es hoy una simple franquiciada más. H