Cerca de 200 personas se congregaron ayer por la tarde en el hotel NH Mindoro para presenciar un evento cultural que hacía más de 15 años que no se podía disfrutar en Castellón. Fue en el 2001 cuando tuvo lugar la última exposición de Tasio Flors en la tierra que le vio nacer y, década y media después, sus blancos volvieron a relucir como antaño.

Aunque fuera a nivel póstumo, amigos, familiares y admiradores no quisieron perderse la magia que se desprende del Tasio más acuarelista, que hasta el próximo 18 de septiembre impregnará el Mindoro con su blanco más penetrante y armonioso. Una muestra de 14 acuarelas del autor, pertenecientes a su etapa de entre principios de los 80 y finales de los 90, fueron presentadas al público a cargo de su amigo Pablo Montoya, un reconocido artista que ejerció de maestro de ceremonias y dio el pistoletazo de salida a esta exposición que llega cargada de nostalgia. “El objetivo de esta iniciativa es hacer perdurar y consolidar la marca Tasio”, reconoció Montoya.

Al acto asistieron buena parte de los hijos del pintor, como Magda o Nacho, y grandes exponentes del panorama artístico local como Luis Prades, Pascual Cándido, Melchor Zapata, Luis Bolumar o el hijo del prestigioso Manuel Vivó. Asimismo, diferentes personalidades de la sociedad castellonense como el abogado Vicente Falomir o el galerista Felipe Usó tampoco faltaron.

“Tasio simplifica y analiza el paisaje, extrayendo de él cuanto este puede ofrecernos de interés. Todo con gran elegancia y sencillez”, comentó Montoya durante la presentación, citando a Luis Prades, al que se refirió como “su gran amigo de toda la vida”.

El improvisado conductor del evento, sensiblemente emocionado por la estrecha relación que mantenía con Tasio, repasó algunos de los muchos rasgos que caracterizan a la figura del autor. Entre ellos, destacó cuatro: su perspectiva frontal de única fuga a la altura del ojo que le permitía conseguir un potente realismo gráfico, el equilibrio de la composición de sus obras, la profundidad de los planos y, cómo no, ese componente inequívoco que lo distingue y da nombre a la muestra, La memoria del blanco. H