Tengo placer al decir que mi interlocutora para la confección de esta página es la profesora y autora de publicaciones Fátima Agut. Ella ha sido la principal protagonista de los actos culturales y de la exposición que ha tenido lugar en el llamado Espai Mercat, de Almassora y otra serie de conciertos musicales especialmente, que se han prolongado hasta el día 9 de este mes de octubre, celebrando el 125º aniversario del nacimiento de la exquisita soprano almazorense, Quiteria Herminia.

Hace unos años, se publicó el libro Dones d’Almassora, de las dos licenciadas almazorenses, la citada Fátima Agut y Margarita Serra, a las que se unió la joven diseñadora María Arenós, convertidas las tres en fervorosas exaltadoras de todas las mujeres de la población que han destacado en alguna disciplina o escenario, en una calle a la luz de la luna, frente a un caballete de pintora o escultora y hasta en la Sección Femenina de los años de la posguerra. Hay más de cien nombres, aunque somos varios los que hemos señalado a Herminia Gómez Serra, bautizada como Quiteria, la que destacaba sobremanera.

Siempre me recuerda que a los 17 años actuó cantando en la plaza de toros de Castellón con gran éxito, convirtiéndose así ella en el ruiseñor de Almassora. Al día siguiente, la Diputación le concedió una pensión para sus estudios, con la intervención del gobernador civil de la época.

EL CONCIERTO / Entre los actos de recuerdo y homenaje en honor de Quiteria Herminia hubo un concierto de la Joven Orquesta Sinfónica de Castellón en la Casa de Cultura, bajo la dirección del maestro Pablo Marqués Mestre y la intervención con sus hermosas voces de Marián Torres Martínez y Francisca Sales Vidal. Allí sonaron --y emocionaron-- músicas de Mozart, de Rossini y de Vivaldi, de Bellini y La Traviata, de Verdi.

No se olvide que esta Joven Orquesta se fundó en 1995 y es en realidad una institución de ámbito cultural creada con el propósito de contribuir a la formación de jóvenes músicos entre los 16 y los 25 años, chicas y chicos. Han actuado en TVE por el Canal Internacional y han grabado hasta ahora 6 cedés. Todos recordaban estos días que, en 1910, cuando todavía era una estudiante, Herminia que interpretó en el Teatro Principal de Valencia las óperas Los pescadores de perlas y Rigoletto. Y, al año siguiente, ya estuvo en la mítica Scala de Milán, con gran éxito, antes de comenzar en verdad su carrera de soprano internacional, cantando de nuevo Rigoletto en Venecia, Brescia y Pavia. Eran unos principios muy prometedores para ella.

LA VIDA / Nació en la calle de San Marcos de Almassora, el 27 de marzo de 1891, hija del carpintero Tomás Gómez Albert y su esposa Doloretes Serra Ballester, familia muy entroncada con las costumbres almazorenses. Bautizaron a la niña como Herminia, sin olvidar el nombre de Quiteria, al igual que la patrona de la ciudad, como corresponde.

El brillante y jocoso corresponsal de Almassora, José Galí Sancho, me facilitó hace unos años una fotocopia de un diario de Herminia. Decía ésto:

--A los tres años, en la escuela de párvulos, mi voz ya sobresalía entre las otras niñas. Y a los seis años --seguía ella-- empecé a cantar en la parroquia en el mes de María. Y como era tan pequeña recuerdo que me ponían encima de una mesa para que pudieran verme todos los fieles que llenaban la iglesia de la Natividad….

No pudo Herminia seguir mucho tiempo en el colegio. Su historia personal dice que en marzo de 1912 actuó en Florencia, con el mejor barítono del mundo, Titta Ruffo. Cantaron El barbero de Sevilla. Después, regresó a España y cantó en varios teatros para volver pronto a Italia, donde cantó en Módena, Messina, Catanzaro, Revere y Ravenna. En 1913 ya intervino en Lisboa y en Malta. Y al año siguiente cantó en Alejandría, Port-Saïd y El Cairo, de Egipto. Hasta que empezó la Primera Guerra Mundial, que cortó de golpe sus conciertos.

VIDA PRIVADA / Durante la guerra en Europa, Herminia aprovechó el paréntesis para viajar a tierras americanas, donde las empresas especializadas le gestionaron giras con las llamadas revistas o comedias musicales, donde Herminia no encontró el ambiente apropiado a su categoría artística y a su voz privilegiada. Y lo cierto es que toda su historia profesional se vino un poco abajo. Claro que, entonces, apareció su vida íntima, alguien dijo que el amor sin rebeldía. Así que en 1919, a los 27 años de edad, se casó con el empresario norteamericano Guido Cornéo, con quien tuvo tres hijos: Leyla, Willy y Dolly. La historia dice: “que también encauzaron su vida en libertad”. Lo cierto es que el matrimonio entre Guido y Herminia se retiró a una villa italiana, en Ventimiglia, no muy lejos de Mónaco, donde el 15 de octubre de 1977, Herminia fallecería, después de haber pasado una larga temporada en París, al tiempo que repasaba con el pensamiento todos los éxitos como soprano en tantos y tantos escenarios europeos. Gozaba de volver a recordar los aplausos y parabienes que había recibido en su época como cantante.

125º ANIVERSARIO / Los folletos que he recibido del homenaje a Herminia Gómez, reproducen un recorte de un periódico que se titulaba El Mercantil Valenciano, con una nota que firma el crítico Seleno. Y dice: «En el programa figuraba una romanza de Johan Strauss, que había que ser interpretada por una soprano todavía desconocida. Se llama Quiteria Gómez, jovencísima. Apareció en escena, fina, semi-rubia, ingrávida, casi etérea. No la conocía. Y quedé fascinado de estremecimientos por aquella voz que brotaba de no sé donde, porque su boca apenas se movía. Era el timbre de unas notas jamás oídas que saltaban por la sala electrizando al auditorio, fascinado como yo en un éxtasis de belleza», impulsando al aplauso masivo.

Otro recorte, llama mi atención. Dice: «Cartas y periódicos de Malta nos informan del ruidoso triunfo que alcanzó en el Teatro Real de Malta nuestra excelsa cantante, la gentil y hermosa Herminia Gómez. La función fue de gran honor para la diva almazorense y de recuerdo imperecedero para los malteses.

El teatro estaba de bote en bote, y en el arco del escenario se colocaron trofeos con banderas españolas e inglesas. De todos los lados llegaban flores al escenario, convertido en un jardín». H