Miembro de la Cofradía de la Mare de Déu del Lledó de Castellón y barrero de la Virgen desde hace años, el empresario castellonense Javier Gimeno, homosexual reconocido y esposo del diseñador Higinio Mateu, ha presentado su baja a ambas instituciones ante la polémica abierta por el veto de la Iglesia a su entrada en la junta por su condición sexual. Obispado y cofradía, que apelan al Derecho Canónico, dicen que no hay discriminación por ser gay sino por su matrimonio «irregular», con un hombre.

Él, con la calma de «tres días de más de 1.000 llamadas y apoyos», replica: «Decir esto es decir lo mismo». «¿Qué tiene que ver que sea gay, que esté casado, con mi devoción a la Lledonera?», pregunta. Y espera que «esto sirva para crear nuevas cláusulas para que prime el amor a Lledó por encima de la condición sexual, el estar separado o divorciado o casados por lo civil».

--Aunque fue en marzo, el domingo, día grande de la patrona de Castellón, saltaba la noticia y se hizo público que la cofradía no aceptaba la propuesta para su entrada en la junta a petición de dos de sus miembros. Echando la vista atrás, ¿qué ha pasado?

--Sinceramente, pasé de la ilusión máxima al disgusto máximo. Cuando me lo propusieron, antes de Magdalena, me quedé parado. Yo soy devoto de Lledó porque así me lo han inculcado en casa, y en seguida dije que sí, pero después quise ir de cara y comenté a estos cofrades que tuvieran en cuenta que soy gay y estoy casado... Ellos me dijeron que vivimos en el siglo XXI, sin saber que, tras la propuesta, se toparían con el muro de la Iglesia. La junta de la cofradía le dio el OK, dicen, pero el prior de la cofradía, la autoridad eclesiástica, lo paró. Se escudan en el Derecho Canónico, pero he sido 12 años barrero, siete de ellos casado, y no ha pasado nada. ¿No es lo mismo? Me hace ilusión estar en la junta, pero no tengo por qué esconderme.

--Pero es consciente de que la Iglesia condena la homosexualidad, el matrimonio entre personas del mismo sexo, y, pese a todo, es devoto de la Lledonera, y aceptó la propuesta a la Junta...

--¿Qué tiene que ver ser gay, estar casado con la persona que amo, que es un hombre, con ser o no devoto de Lledó? Lo he sido toda la vida, he participado en la Ofrenda, como particular y con la gaiata, en las fiestas de la patrona, como castellonenses, cofrade y barrero, vivo en mi día a día rodeado de imágenes de la virgen, en la oficina, en mi cuello... No soy de ir a misa todos los domingos, pero ser de Lledó es un sentimiento, se lleva dentro.

--¿Usted era consciente de que esto podía pasar?

--Sí. Por eso advertí de ello a este matrimonio de amigos que me lo propuso, y, tras hablarlo con diferentes personas vinculadas a la Cofradía, camareras o exmiembros de la Junta, tiré para adelante. Era una propuesta. Cuando me dijeron que no, pese a la rabia, no hice nada. Todo ha saltado a la palestra por un amigo que se ha enterado y lo ha lanzado en redes sociales.

--¿Va a replantearlo?

--No. En octubre es cuando se renuevan los cargos de la junta, y no. Pero sí estamos elaborando una carta para el papa Francisco, que es más tolerante y abierto, para que esto no vuelva a pasar. No quiero ser abanderado de nada, ni voy en contra de la cofradía, que responde ante el obispado, sino contra una Iglesia anclada en el pasado y que no ve más allá. Al fin y al cabo, el Derecho Canónico es el que es, y poco podemos hacer nosotros los ciudadanos. Pero ojalá se pueda crear un anexo o una cláusula para que ese «matrimonio irregular» no pase por encima del derecho constitucional y de los derechos civiles. Y que los gais, casados o no, como los separados, los divorciados o las parejas que conviven... podamos ser devotos de la Virgen abiertamente. Y que ese Derecho Canónico se aplique entonces a todos o a nadie.

--Que no se repita esta situación en un futuro, ¿no?

--Me gustaría que esto no volviera a suceder, y que reinara la tolerancia. Yo soy de Lledó porque estimo a la Virgen, lo he hecho desde pequeño. Entré por convicción, y mi devoción por la Mareta no me la puede quitar nadie, ni la cofradía ni el obispado ni el Derecho Canónico. La sociedad evoluciona y la Iglesia debe evolucionar también. De hecho, el papa Francisco, dentro de su manto de tolerancia, abre la puerta de la Iglesia a divorciados y homosexuales, ¿por qué no en Castellón? Considero, además, que todos, gais o heterosexuales, somos hijos de Dios y la Virgen.//