Decía Oscar Wilde que el fútbol está muy bien. Que es un buen juego para chicas rudas pero no para chicos delicados. Claro que el escritor irlandés vivió en una época muy distinta a la actual. Porque pese a que faltan todavía muchas barreras por derribar, el balompié de hace un siglo nada tiene que ver con el de ahora. Entonces encontrar a una mujer defendiendo una portería o marcando un penalti era algo anormal. Hoy es todo lo contrario.

El fútbol femenino, así como la relación de las mujeres con este deporte, vive un cambio lento y silencioso sin marcha atrás. Un solo paseo por los campos de fútbol de la provincia, por escondidos que estén, basta para darse cuenta de que cada vez son más las mujeres que le dan al balón. Muchas lo hacen en el recreo del colegio y si les das a elegir entre una pelota y una muñeca prefieren mil veces lo primero. Otras juegan en el equipo masculino de su barrio. Las más afortunadas militan en alguno de los equipos de la provincia que compiten en la liga nacional o autonómica. Es la revolución del fútbol femenino y ha llegado para quedarse.

Que en Castellón este deporte cuenta cada vez con más adeptas es algo que corroboran quienes llevan años entrenando a equipos de mujeres. «Hay un auge total. El número de niñas que juegan es cada vez más alto y, afortunadamente, ya está bien visto. Hasta hace unos años cualquier niña que jugaba era vista como una especie de bicho raro. Eso ha cambiado radicalmente», asegura Rafa Font de Mora, entrenador del Alqueries CF Femenino.

Del alza del fútbol femenino también saben mucho en el Baix Maestrat. Hace seis años, y debido a la gran cantidad de niñas y adolescentes que practicaban este deporte, decidieron crear el Fortí Vinaròs. Hoy juegan en Primera Regional. «Somos el único equipo femenino que hay en la comarca y la afición va a más», apunta Gerardo Fariñas, el entrenador de un conjunto integrado por 19 craks de entre 15 y 27 años. «Tenemos jugadoras de toda la comarca y del sur de Tarragona, desde Vinaròs a Benicarló, Càlig, la Sénia o Amposta», cuenta.

Ellas juegan por pasión

Pero, ¿qué diferencia a un futbolista de 10 años de una futbolista de la misma edad? Rafa Font de Mora lo resume de una manera muy clara. «Ellas juegan por amor y por pasión al fútbol. Ninguna lo hace por obligación. En cambio, hay muchos niños que practican este deporte no por convicción, sino porque todos sus amigos lo hacen» argumenta.

Muchas de esas niñas que hace diez años empezaron a darle a la pelota en el campo de su colegio, junto a sus compañeros de clase, hoy militan en equipos como el Villarreal CF y el Joventut Almassora, ambos en Segunda División. Es el caso de Iris Domínguez, una joven de Castellón de 28 años que juega desde los cinco. Empezó en equipos de chicos y, pese a que en los últimos años ha desarrollado una prolífica carrera, jamás ha podido vivir de su pasión. No es la única. A sus compañeras de equipo les ocurre exactamente lo mismo. También a las jugadoras del Alqueries o del Racing Onda. Más que ganar dinero, casi tienen que pagar por jugar y eso que militan en un equipo de Segunda. Y ahí es donde todavía queda muchas cosas por hacer. Porque aunque corren, saltan y entrenan como ellos, el fútbol femenino todavía no han encontrado el amparo que merece. «Desgraciadamente ninguna puede vivir de eso y la clave está en que no se apoya suficientemente», argumenta Víctor Jiménez, entrenador del Club Joventut Almassora.

Jiménez es uno de los artífices de un equipo de campeonas que en tiempo récord ha conseguido colarse en la Segunda División del fútbol femenino. «A nivel deportivo son supercompetitivas», describe el entrenador de un equipo integrado por 22 jugadoras de entre 17 y 28 años y que proceden de varios municipios de la provincia, pero también de Canarias, Murcia o Baleares.

Jugar en Segunda División requiere de muchas horas de dedicación. «Entrenamos cuatro tardes a la semana y el fin de semana es el partido», señala el entrenador. De lunes a viernes, por tanto, las jugadoras solo tienen un día libre. El resto de su tiempo lo dedican a trabajar o a estudiar. El fútbol no les da de comer.

Si las jugadoras del Joventut de Almassora no pueden vivir del fútbol (sus colegas masculinos de Segunda sí lo hacen y holgadamente) peor es la situación de equipos como el Alqueries Femenino, que milita en la liga Autonómica. «Ellas tienen que pagar por jugar y no es justo porque más de la mitad de los jugadores de Segunda B pueden vivir del fútbol. Es una injusticia pero esa es la realidad de este deporte», lamenta Font de Mora.

Las diferencias existen pero la transformación es una realidad. Los es sobre el césped y también en las gradas, donde las disputas entre equipos femeninos arrastran cada vez a más aficionados. Lo decía Shankly, que sabía bien que en esto del fútbol de lo que se trata, al final, es de ganar.